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La consejera de Cultura, Natàlia Garriga, y el secretario de Política Lingüística, Francesc Xavier Vila, al inicio de la rueda de prensa de presentación del Pacto Nacional por la Lengua.

La incorporación del PSC al Pacto Nacional por la Lengua, junto con los partidos del Govern (ERC y JxCat), los comuns y la CUP, es un paso importante para garantizar que se encare con un amplio consenso la necesidad de dar un nuevo impulso al catalán. La situación del idioma es realmente delicada. La caída de su uso, sobre todo entre los jóvenes de los entornos urbanos, y en conjunto en sectores clave como el audiovisual, el educativo, el comunicativo o el laboral, ha supuesto un importante retroceso que conviene abordar con inteligencia estratégica y con la implicación del máximo número de agentes institucionales, sociales y económicos. No hay ninguna fórmula mágica, ni ninguna receta simple, para volver a prestigiar y a hacer útil el catalán. Lo que es seguro es que hará falta una suma de factores, desde legales y políticos hasta culturales y mediáticos, para que la reconexión de la plural sociedad catalana con el idioma histórico del país sea una realidad en los próximos años.

Es evidente que el Estado no ha jugado a favor todos estos años, como también lo es que ha habido un relajamiento general a escala interna: no todos los problemas vienen de fuera. Dicho esto, no nos podemos instalar ni en el lamento agrio e impotente ni en el rifirrafe estéril. No hay tiempo que perder. Lo que hace falta es analizar la situación sociolingüística con profundidad y sin miedo –poniendo datos sobre la mesa sin maquillajes, como se ha empezado a hacer– y poner en marcha iniciativas prácticas y factibles en todos los campos, buscando complicidades y sinergias. El catalán tiene que ser percibido como una lengua necesaria y de futuro, como una herramienta moderna. Si se hace bien, volverá a tener amigos y nuevos hablantes.

A lo largo de la época contemporánea, el idioma propio del país ha superado situaciones difíciles, incluidas dos dictaduras en el siglo XX. Y ha salido adelante, se ha renovado, ha servido para la educación y la cultura, para la ciencia y el deporte, para casi todo, sin complejos. Se ha ido actualizando, renovando. Y lo más importante: ha sabido esquivar las manipulaciones y distorsiones políticas, venidas de fuera o generadas dentro, y ha evitado la guerra de lenguas que algunos han azuzado y azuzan irresponsablemente, especialmente el choque con el castellano. El catalán siempre ha aspirado a ser un patrimonio abierto a todo el mundo que quiera hacerlo suyo, venga de donde venga. Y así tiene que continuar siendo.

El Pacto Nacional por la Lengua, pues, es una iniciativa necesaria, y el hecho de que el PSC se haya sumado solo deja fuera, en términos políticos, a los partidos de la triple derecha (Vox, Cs y el PP), que representan un 17,1% de los votos y 20 diputados del total de 135. El Pacto, pues, suma más del 80% del arco parlamentario catalán. Sin duda, sería mejor que estos grupos autoexcluidos desistieran de envenenar el debate trasladando obsesivamente a la opinión pública española la falsa idea de que el castellano está marginado y perseguido en Catalunya e ignorando la debilidad del catalán. Pero esto parece difícil de cambiar. Lo que es importante es que esta permanente anomalía no distraiga ni condicione la tarea técnica, social y política para consolidar un nuevo consenso que saque el catalán de la UCI y le vuelva a dar vitalidad.

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