Los festivales masivos también fueron un foco de contagio. ¿No se podía saber?
A lo largo de varias semanas Cataluña ha sido el punto negro de la Unión Europea por número de contagios, y ayer todavía había 581 personas en las UCI catalanas. Estos enfermos que ahora están críticos son el resultado de lo que pasó entonces y basta con dar un vistazo a los gráficos para ver que la subida de contagios de esta quinta ola ha doblado los picos de las anteriores. Este miércoles se hizo público el esperado informe sobre cómo funcionaron los contagios en los tres grandes festivales que se autorizaron a principios de julio. En vista de lo que ha pasado, era de prever que habría muchos más infectados de lo que se esperaba. Los tres festivales de verano masivos –el Vida, el Canet Rock y el Cruïlla–, que fueron tratados por Salud como un ensayo clínico en el que todos los asistentes estaban obligados a hacerse un test de antígenos antes de entrar y había un seguimiento de una parte de los asistentes para poder ver en posterioridad el grado de contagios, provocaron más contagios de los que Salud preveía. En total, se infectaron 2.279 personas de entre los 49.570 que participaban en la muestra piloto, 842 más de los que se habrían contagiado si no hubieran ido al festival, según el análisis de Salud. También se ha visto que 271 personas sabían que habían dado positivo en el test pero se "colaron" igualmente en el festival.
Cuando se han conocido los datos, han salido los matices. La secretaria de Salud Pública, Carmen Cabezas, ha sacado hierro a los resultados diciendo que unos 800 casos extras en una quinta ola en que había 8.000 casos nuevos al día no es tanto si se compara con otras situaciones de riesgo que han provocado grandes brotes, como las fiestas de graduación, los viajes de final de curso o la apertura de la restauración. Y desde los festivales incluso han puesto en entredicho los datos considerando que no se podía responsabilizar a los festivales sobre los contagios después de hasta 14 días porque la infección se podría haber producido en otros ámbitos. Sorprende todo esto. Tal y como reconoció en su momento el conseller de Salud, Josep Maria Argimon, fue un error autorizar los festivales masivos con público de pie, y fue un error, de nuevo, la desescalada rápida que se hizo por Sant Joan. Estaría bien que todos estos estudios sirvieran para hacer autocrítica, tomar medidas, asumir responsabilidades y, sobre todo, no volver a repetir los errores.
Hay, sin embargo, pocas esperanzas de que sea así. Esta quinta ola, con la virulencia de la variante delta, cogió a todo el mundo por sorpresa, cierto, pero tenemos el dudoso honor de haberla gestionado de una de las peores maneras posibles. Y si no lo reconocemos, no mejoraremos. Las presiones de los festivales, del sector del ocio y de la restauración son muy fuertes y todo el mundo tiene muchas ganas de salir, pasárselo bien y que se acabe esta pesadilla. A finales de junio estábamos muy contentos por cómo avanzaba la vacunación, Sánchez decía que nos podíamos quitar la mascarilla en la calle y parecía que el verano sería casi como antes de la pandemia. En aquel contexto podía tener sentido hacer alguna prueba e ir abriendo, pero la experiencia del año pasado, cuando claramente la apertura rápida por Sant Joan provocó las subidas del verano, tendría que haber servido de aviso y hacer que hubiera un plus de precaución que claramente no ha existido. Ahora ya sabemos que no nos podemos fiar del virus, y que hasta ahora siempre hemos ido demasiado rápido. Estaría bien reaccionar.