¿Por qué gana Trump?
La primera victoria de Trump –un candidato entonces improbable– fue por un estrecho margen. La segunda –después de que se supiera qué quería hacer– fue incontestable. Ahora la guerra arancelaria y otras medidas de la administración Trump pueden sorprendernos, pero no es creíble que los votantes americanos sean personas "primarias" que no entienden las consecuencias de sus acciones.
A principios del siglo XIX, en América se decía que el trabajo asalariado, el hecho de trabajar para un patrón, impedía que la persona tuviera independencia de criterio, la antítesis de la libertad. A finales del siglo XIX, el miedo a la concentración del poder económico creó una corriente para nacionalizar el ferrocarril, el teléfono... El New Deal reguló la banca, impulsó la negociación colectiva, puso la política por encima de la economía. Después de 1945, sólo contaba el crecimiento económico, reparar los daños de la guerra, y las finanzas volvieron a dominar la política. A principios del siglo XXI, el capitalismo reposa en tres principios: globalización, financiera y meritocracia. Para Bill Clinton, la globalización era imparable… Una fuerza de la naturaleza.
Clinton prometió en la campaña de 1992 que estimularía la economía. No lo hizo. La base de su política económica fue reducir el déficit. Los intereses serían más bajos, el capital invertiría en negocios y la economía mejoraría... Confió en el mercado, ciegamente, y desreguló la economía. La globalización destruyó 6 millones de puestos de trabajo de 2000 a 2017. El efecto electoral de las políticas demócratas en Michigan, Wisconsin, Pensilvania y Carolina del Norte, unas políticas percibidas como elitistas, dio la victoria a Donald Trump contra Hillary Clinton.
El capital podía moverse libremente por todas partes por la falta de regulación; el trabajo, no. La consecuencia fue el desempleo en EE.UU. Las finanzas ganaron bastante. Los beneficios industriales provenían de las finanzas: pasaron del 10% en los años 60 al 40% en los 2000... Hasta la crisis del 2008. Ford ganaba más financiando a los coches que venía que fabricándolos. La financieraización de la economía.
Dejarlo todo en el mercado libró a los políticos de la dificultad de decidir. El discurso venía a ser que "es el mercado quien decide, cuando se compra y se vende los individuos actúan voluntariamente sobre las ventajas mutuas".
A las empresas les era más rentable comprar autocartera que invertir en medios de producción o nuevos productos. Clinton desreguló el mercado de derivados y revocó la ley Glass-Steagall, que obligaba a separar a la banca comercial y la de inversiones. En teoría, según se decía, "las innovaciones financieras ayudaban a la economía porque aumentaban la eficiencia y reducían el riesgo". Era falso. El resultado fue la crisis económica de 2008. El secretario del Tesoro Henry M. Paulson pidió al Congreso 700.000 millones de dólares para rescatar al sector financiero.
Obama llegó en el punto álgido de la crisis. Podía apostar por su programa progresista o adoptar el neoliberalismo. Fichó a los economistas de la época de Clinton, Geithner, Summers, y optó por el capitalismo basado en las finanzas. El rescate que costó miles de millones de dólares lo pagaron los ciudadanos de clase media baja, facilitó el rencor de mucha gente que había votado por él y esperaba que hiciera lo dicho. La frustración ayudó a Trump.
Gastó millones en rescatar bancos, y es cierto que hizo la ley Dodd-Frank para separar a la banca comercial y la de inversión, pero 10 millones de familias perdieron sus viviendas, y los gestores financieros, a pesar de su actuación desastrosa y egoísta, no vieron reducidos sus bonus. Obama fue la pantalla que protegió a los banqueros de las iras populares. Para él la crisis fue un problema técnico, creía erróneamente que no era una cuestión estratégica que era necesario reformar con la fuerza de la política.
En el sector del automóvil, cuando rescató a Chrysler y General Motors, despidió a sus directivos e hizo asumir las pérdidas a los accionistas.
El control de la política por las finanzas no cambió. En cambio, después de la crisis de 1929, el presidente Roosevelt había introducido un cambio político profundo.
Trump vino con el populismo de dos direcciones: el odio a las élites y la culpabilización de los inmigrantes. Los errores de las administraciones demócratas que le precedieron hizo fácil la demonización de las élites, y le hicieron ganar las elecciones. Los inmigrantes pasaron a segundo término, pero los sustituyó hábilmente por el mundo, todo el mundo, "que desde hace muchos años se ha aprovechado de América... que restauraré en su justo derecho: Make America Great Again".
Parecería que la meritocracia, principio básico de la cultura americana, podrá resolver las crecientes desigualdades de la sociedad. No ocurrirá, por tres razones. Dar a las personas la oportunidad para que asciendan en la escala social sirve de poco si los escalones son demasiado altos. La meritocracia no resuelve las desigualdades sociales en valoración y aprecio, la meritocracia no hace a la sociedad más igualitaria y homogénea, al contrario. Es la tesis de Michael Sandel.
EEUU tiene dos problemas: la escala de valores está en crisis y necesita un reformador que de momento no está. Están gobernados, ahora, por un narcisista que es poco inteligente y muy, muy egocéntrico, y que se dirige a un objetivo equivocado como recuperar las manufacturas en EEUU. Hay que esperar a que la tormenta amaine y llegue un nuevo Roosevelt. No es imposible.