García-Page, del brazo en el bolsillo
Durante los primeros años del Proceso, la hipótesis de la independencia se despachaba en las tertulias españolas con una afirmación que habría firmado el propio José Antonio: “Cataluña no se puede independizar de España porque sería como si a mí me cortaran un brazo”.
Luego resultó que el brazo no era un brazo, sino un cuerpo vivo que podía latir, caminar, pensar y decidir por sí mismo, y los tertulianos displicentes tuvieron que ser reforzados por policías, espías, jueces, embajadores, empresarios, periodistas, el ejecutivo, el legislativo, el jefe del Estado, instituciones penitenciarias, el Tribunal de Cuentas y el Tribunal Constitucional, para resumir algunos componentes de la patrulla que tuvo que intervenir. Poca broma con el brazo.
Desde el viernes, además de un brazo de España, Catalunya es también un bolsillo. Siguiendo la línea del fundador de la Falange, el presidente García-Page considera que "la riqueza de Castilla-La Mancha no es de los castellano-manchegos y la de Cataluña no es de los catalanes, es de todos". Falacia enorme. El 20% del PIB que representa a Cataluña en el total español o el origen catalán del 25% de las exportaciones españolas son las cifras de un esfuerzo que corresponde a los catalanes o, si le gusta más, a todos aquellos que pagan sus impuestos en Cataluña. Precisamente como la diferencia entre el esfuerzo y las inversiones es escandalosa (el presidente García-Page está invitado a pasar una mañana cualquiera en Cercanías), es necesario un cambio de sistema. Y si quiere, hablemos del 24% de catalanes que están en riesgo de pobreza o exclusión social.
Si la mejora de la financiación determina ahora la política española se debe a que Catalunya, como el País Vasco, tiene un sistema de partidos propio. Y lo tiene porque el brazo no era un brazo, no, era un cuerpo.