La garnacha peluda de Esther y Silvia
Sí, sí. Ya sé que no estamos en la página del domingo (esta alegre página de vinos que me dejan hacer), pero la historia es la siguiente. Como soy tan afortunada, los amigos de la bodega Vall Llach, en el Priorat, que aman la tierra, nos invitaron, a amigos, a una cena con maridaje que fue mágico: “La nit del Poble”. Todos los periodistas gastronómicos como Ruth Troiano o nuestra Trini Gilbert, y los periodistas aficionados a la cultura del vino, como nuestro Antoni Bassas, han escrito palabras bonitas y cercanas, por eso no digo nada más. Albert Costa es artista, hace arte en bodega, y además, también es buena persona.
Pero como iba hacia allí, aproveché para visitar bodegas. Esta vez, el de Silvia Puig, En Números Rojos, y el de Esther Nin, Nin-Ortiz. Todo lo que hacen estas dos mujeres me gusta muchísimo, pero no puedo dejar de decir que por favor prueben sus dos garnachas peludas. ¡No esperen más! Me emocioné, no me lo esperaba, y les juro que todavía ahora, en la garganta, me queda un recuerdo, de ambas botellas de vino. Hace tiempo que no tenía tan salvaje sorpresa. Si me hubieran dado esas dos copas a ciegas ¿qué habría pensado? Que estaba delante de un vino, serio, señorísimo, elegantísimo, único, que me recordaba la manera de hacer de Borgoña. La garnacha peluda (quizás como el taladrado) es nuestro pinot noir, para entendernos. Una variedad extraordinaria, única, que Esther y Silvia han hecho tan limpia, pulida, bonita y fina... Por favor, sumilleres catalanes, hagan cola para llevarse estas botellas a sus restaurantes, que los extranjeros ya hacen, y hacemos un festín de Babette en homenaje a Fermí Puig, en la catalana. Cuánta tierra y cuánto cielo en esta variedad, pasada por las manos –y que diferentes y que parecidas– de Silvia y Esther.