Gracias por no dimitir, Rubiales
A veces la vida nos regala momentos absolutamente asombrosos. Este viernes todo el mundo esperaba que Rubiales dimitiera. Era el final deseado por una gran parte de la ciudadanía: consecuencias después de una agresión machista y unos comportamientos inaceptables (disculpa absurda incluida).
Contra todo pronóstico, Rubiales no dimitía y, por el contrario, entonaba un discurso reaccionario, desafiante, cargado de tópicos machistas que daba dolor de barriga a toda aquella persona que tuviera un mínimo de conciencia feminista. Se hacía insoportable escuchar al presidente de la Federación recitando el catecismo del perfecto agresor machista.
1. Rubiales minimizaba los hechos banalizando conductas inaceptables: por ejemplo normalizando que es esperable que un jefe, en una situación de superioridad, bese en la boca a una mujer con la que trabaja para celebrar que se ha logrado un objetivo. Negaba así la relación de poder que existe entre los dos, y hablaba del buen rollo que tiene con las jugadoras poniéndolas en un espacio de relación horizontal y no de desigualdad.
2. Se justificó hablando de «un momento de euforia» en el que ocurren estas cosas y pidió perdón por las actitudes que no eran adecuadas –tocarse el escroto– excusándose en que era la forma de felicitar a su gran amigo Vilda.
3. También responsabilizó a la jugadora diciendo que ella también había participado del beso, jugando con el concepto clave de todo ello, el consentimiento, y arguyendo que él antes del beso forzado le dijo: "¿Un piquito?", y ella aceptó. Esto incorpora la sombra de la duda, la confrontación de las dos versiones, apelando a la denuncia falsa. Es un ataque típico contra la víctima que busca desacreditarla.
4. El agresor se sitúa como víctima de una conjura, hablando de asesinato social. Lo describe como una situación injusta y quita peso a lo ocurrido, porque en el fondo esto solo es una excusa que ha utilizado el entorno de Tebas para derrocarlo. Guerra de poder entre dos machos en un mundo extremadamente patriarcal: el fútbol. Lo de las actitudes machistas, en el fondo, para él son paridas.
5. Rubiales trató de humanizarse interpelando en distintos momentos a sus hijas, que estaban presentes en el acto, y quiso quedar como un buen padre. Como un buen hombre que nunca agredería a ninguna mujer.
6. Por último, buscó la complicidad de quienes, como él, tocan poder y de paso algo más (mucho dinero). Alimentó esa fraternidad y los previno: ese falso feminismo puede ir a por vosotros, también. Así, construyó la idea de una guerra contra los hombres, buscando el apoyo de los suyos para que se convirtieran en escudos humanos para hacer frente a las malas feministas –Rubiales, claro, es experto en la materia y reparte carnets de buenas y malas feministas en función de si condenan o no lo que hizo.
En definitiva, un discurso muy similar al de la extrema derecha: una cruzada contra las feministas. La suya empezará repartiendo querellas judiciales a las políticas (básicamente mujeres) que lo han señalado. Es de manual.
Cuando acabó el discurso, los aplausos de comunión de la sala debieron de oírse y extenderse por la androsfera con una idea central: los hombres tienen que blindarse y ayudarse entre ellos porque si no irán cayendo. ¿Verdad, Vilda? El entrenador de la selección, a quien Rubiales protegió, defendió y mantuvo durante el desafío de las jugadoras hace unos meses, se mostró hoy como su gran aliado. Es hacia él hacia quien iba dirigido el gesto que hizo desde el palco que compartía con la reina, porque entre este tipo de machos se reconocen así, y así también es como hablan: hablando de campeones en lugar de campeonas porque en elstaff técnico también hay varones. El típico alegado lingüístico patético y anacrónico.
Después de este espectáculo esperpéntico, sin embargo, Rubiales aún tenía que llevarse una sorpresa. Un giro de guion: si visualizaba una salida hacia delante, el narcisista se encontró con un muro de hormigón. La presión social ha ocupado el espacio. Menos silencios, menos equilibrios interesados y un alud de acciones personales, colectivas e institucionales desbocadas después del discurso. Gracias a su no dimisión hemos podido ver de forma clara y nítida la corteza machista del personaje, de sus aliados y de la institución. Estamos aprendiendo que esto no son temas individuales sino que son problemas colectivos en los que todo el mundo tiene que decir y hacer. Todo el mundo.
Y si Jenni Hermoso quiere denunciar penalmente o no es cosa suya. De momento, ya ha dicho todo lo que tenía que decir y ha soportado una presión que no le correspondía. Toca cuidarla y dejarla tranquila y al mismo tiempo empujar colectivamente para que haya una acción social de repulsa y rechazo contra este individuo y toda la estructura de poder que bebe y se siente cómoda en el machismo. Tenemos la oportunidad de conseguir grandes cambios y establecer liderazgos más igualitarios, democráticos y transparentes en este ámbito.