El Gran Control: 1922-2022
Este año hará un siglo de la Marcha sobre Roma, que es el punto de partida de los varios fascismos que devastaron una buena parte de Europa en el siglo XX. La efeméride es importante porque algunos de sus efectos todavía están vivos, a pesar de que bajo otro lenguaje y otra gestualidad, evidentemente. El fascismo duro y desacomplejado empezó, en todo caso, con el asesinato del político socialista Giacomo Matteotti un par de años después, en 1924. Matteotti y los fascistas llegaron a convivir en el mismo Parlamento. Mussolini le reprochaba que él no podía hablar de según qué porque no representaba "al verdadero pueblo italiano" (provenía de una familia acomodada del norte). Un fascista siempre decreta quién puede hablar de qué y quién no. Si los interlocutores les dan la razón entonces se vuelven "expertos" y pueden decir lo que quieran, pero si discrepan del rebaño, no. De hecho, cuando el único civil que fue ejecutado en los juicios de Nuremberg –el director del diario antisemita Der Stürmer, Julius Streicher– se pasó tanto de la raya que avergonzaba a algunos nazis, otros lo defendieron alegando que era un "experto en judaísmo".
Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del Tercer Reich, ha pasado a la historia como el ideólogo del Gran Control. No se trataba de manipular la prensa o de quemar libros: el objetivo era que esto fuera innecesario gracias a la creación de una sociedad rebaño que asumiera voluntariamente las verdades mainstream de la época. A partir de aquel momento, la presión la acabaría ejerciendo la sociedad rebaño sobre ella misma. Uno de los primeros en darse cuenta del truco fue el gran periodista norteamericano Walter Lippmann en Public Opinion, una obra original y lúcida que fue publicada también en 1922, hace un siglo. Las masas habían tomado la palabra, pero solo para repetir por las calles lo que oían en la radio o leían en diarios como los de Streicher. Cuando Ortega se refiere a ellas en 1930 deja claro que el término no alude a ninguna clase social concreta ni a ningún estamento. Usted y yo pasamos a ser masa cuando nos excitamos por la impunidad que nos da el anonimato y a la vez nos relajamos moralmente gracias a la seguridad que da formar parte del mainstream. El hombre masa es el resultado de una circunstancia que a veces puede ser efímera y trivial. Justo es decir que el punto de partida de La rebelión de lasmasas de Ortega son los dos volúmenes de La decadencia de Occidente de Oswald Spengler, probablemente el ensayo más influyente de la primera mitad del siglo XX en Europa.
Conviene insistir en que el objetivo real del Gran Control totalitario no era la prensa o los medios en general, sino el mismo pensamiento. En mi cada vez más extravagante biblioteca tengo un par de títulos significativos en este sentido. El primero es Communications et transmissions de la pensée, de Louis du Temple, editado lujosamente en 1900 por la Bibliothèque Hetzel. Conviene fijarse en el título. No habla de transmisiones de la información, por ejemplo, sino del pensamiento. El libro contiene un catálogo de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) del 1900, y en la página 149 dice que todo aquello modificará l'état social. El segundo título es una verdadera perla bibliófila que me costó mucho conseguir: L'hypnotisme à distance. La transmission de la pensée et la suggestion mentale, de Paul-C. Jagot, publicado el 1925 por Éditions Dangles. ¡Hipnotismo a distancia! El texto es puramente delirante, por supuesto, pero si prestamos atención a la fecha constataremos que, en aquel preciso momento, el hipnotismo a distancia, o algo que se asemejaba mucho, existía en Europa. La oratoria de Hitler en las cervecerías de Múnich generaba masas más afectadas por un aparente fenómeno de mesmerismo que por una simple convicción política...
El azar ha querido que en 2022 sea justamente el año en el que el proyecto Metaverso auspiciado por Facebook empezará a dar sus primeros pasos, a pesar de que en una fase todavía muy incipiente, experimental. En este caso, el Gran Control puede acabar haciéndose efectivo de una manera que hoy todavía cuesta imaginar. Que detrás de todo esto hay una operación especulativa que seguramente acabará con el clásico estallido de burbuja no lo duda nadie (¿recuerdan Second Life?). Esto no significa, aun así, que un proyecto de estas características no pueda llegar a desencadenar en las masas virtuales mundiales efectos mentales análogos a los que provocó el hipnotismo a distancia de la retórica totalitaria en las masas nacionales de comienzos del siglo XX. Las ideas mainstream de hoy parecen tan razonables e indiscutibles como lo parecían las de hace cien años. Difícil escapar de esta inercia...