Una gran novela
Con la novela Escenarios Toni Sala completa su trilogía, la que empezó con Los chicos y continuó con Persecución. Creo sinceramente que Escenarios es la mejor. Como he dicho en el título de ese papel, creo que es una gran novela. Y lo es por su contenido y por la forma en que está escrita. El contenido no es otra cosa que un retrato magnífico de nuestro país, de su momento actual en el que todo parece haber sido en vano, en el que la gente, descomida, deambula sonámbula por su día a día, como dicen, sin rumbo y sin ilusión. Este retrato Toni Sala lo logra con una forma magistralmente construida. Cinco personajes principales entrelazados por pensamientos y recuerdos, por una imaginación que salta de una de sus mentes a otra y va tejiendo un relato que no puede dejarse. Personajes y paisajes, o si queremos, escenarios íntimamente trabados que configuran un texto inolvidable. Hay un tejido que la lengua sostiene, una lengua exacta, con incursiones al catalán más degradado de los jóvenes de ahora, pero rica cuando quien habla es un personaje culto o es la voz de un narrador que no duda en infiltrarse en la voz de los personajes sin que nos demos cuenta. La lectura de'Escenarios pide atención, por supuesto, es un gran libro que, penetrarlo, exige atención. Entonces la obra se despliega y se huye y se te mete dentro y provoca el placer mental de lo que dice y el placer literario de cómo lo dice, si es que estos dos no son una misma cosa. Leyéndolo, me pareció que Toni Sala usaba la vieja técnica del oratorio. Un tejido musical continuo, hecho de lengua y escenarios, que anuncia e introduce unas arias de los personajes. Estas arias reflexionan y narran. Hay todo un capítulo, el titulado "La carta", que él solo es el aria, perfecta, indecisa lingüísticamente, tal y como el personaje pide, emotiva al máximo, que la habilidad del autor utiliza para definir y ampliar a este personaje. El autor utiliza estas arias para ir construyendo el retrato del país. Un aria sobre el teatro, por ejemplo, en el que el protagonista, que es actor, explica, con todos los eres y uts, su formación, su historia y la constitución misma del hecho teatral. Hay otra gran aria sobre la lengua, servida como uno de los monólogos que el actor recita. También existe un aria sobre la realidad sexual del país, sobre el rechazo de la maternidad, sobre la homosexualidad y la insatisfacción del propio sexo. Una mirada dura a través de la mirada de una enfermera, un personaje obsesionado por ser madre y no interrumpir la cadena de la sangre.
Todo comienza con un jabalí, un bicho que sale al paso del protagonista mientras corre de noche, junto a su Audi, por una carretera secundaria del Pirineo. El escenario, espléndido, un bosque poblado de abetos, negros y brillantes, cerca de Puigcerdà. Otra de las arias, más breve, es el discurso que hace un viejo motard, que se llama Molles, después de un concierto, mientras los asistentes se van yendo, algo significativo, porque el discurso, el aria, va sobre el desengaño político y eso ya no interesa a nadie.
El personaje más entrañable de la novela es, para mí, el pobre Vadó, un chico de unos treinta años, desdichado, solitario, enamorado y no correspondido. Él es quien escribe la carta que constituye todo un capítulo de la novela. Hay que decir que este novio es obeso, así como Olga, con quien tiene relaciones sexuales. Vadó es un perdedor nato. Olga, la enfermera, es aquella de la obsesión por la maternidad. Pero no quiero desvelar nada. Ahora hay que tener mucho cuidado para que no te acusen de hacer spoilers. No. Hasta ahora he ido con mucho cuidado por no decir nada demasiado. Pero en este caso, tan estrechas son las fibras de esta novela, tan denso el tejido, que quizá se agradecería que alguien distingue un poco el entramado. Que alguien estableciese los puentes entre personajes y escenarios, entre recuerdos y deseos.
La otra noche, que me costaba dormirme, partiendo de mi idea de novela oratorio, me distraje atribuyendo tesituras vocales a los protagonistas. Tomás, el actor, debía ser un barítono, Vadó, era, sin duda, el tenor, y Olga, la soprano. Molles, el del aria política, debía ser un bajo, y su mujer, Marta, que también canta un aria, más corta, podría ser una mezzosoprano. Ya ven cómo nos divertimos los viejos, convirtiendo una novela en un oratorio y buscando la tesitura conveniente en cada voz.
Bien, todo esto aparte, mientras leía Escenarios, se me iba haciendo cada vez más importante. La veía como una de las grandes novelas de la literatura catalana.