La guerra del PP
"El gobierno puede disponer de las fuerzas armadas para defender nuestras fronteras y desplegar una serie de embarcaciones que impidan a las pateras salir al mar y que finalmente lleguen a nuestro país": lo ha dicho Miguel Tellado, el portavoz del PP. El ejército contra la inmigración, no hay límites a las barbaridades en la lucha dentro de la derecha por la bandera de la radicalización. Sin tapujos: en el imaginario social movilizar al ejército significa guerra, significa señalar a un enemigo y significa que la sacrosanta patria está amenazada. Un partido que ha gobernado y que tarde o temprano volverá a gobernar no puede ser tan irresponsable como para jugar tan miserable carta. Es cierto que desde que el liderazgo de Feijóo se tambalea –dentro y fuera del partido– el PP va girando descaradamente hacia la extrema derecha, optando por hacer suyos los tópicos y mentiras sobre los que se ha instalado Vox. El PP les ha dado espacio compartiendo gobiernos autonómicos y asumiendo muchas de sus exigencias, pero llegar al extremo de amenazar a la inmigración con el ejército es superar todas las líneas rojas. Instalarse directamente en el autoritarismo postdemocrático. Con un agravante: el PP pone en evidencia su incapacidad de leer los problemas de los ciudadanos. O, dicho de otra forma, convierte a la inmigración en cabeza de turco para esconder las insuficiencias que hacen que haya sectores sociales que se sienten desesperados.
La inmigración no es el problema. La necesitamos. Hay dos millones de extranjeros en Catalunya que han sido determinantes para desarrollar el crecimiento y el bienestar en las últimas décadas. Y los expertos dicen que al menos necesitaremos un millón más en los próximos diez años si queremos seguir pagando las pensiones. Pero la derecha prefiere estimular las bajas pasiones ciudadanas y encender fuegos de indignación señalando al inmigrante como enemigo, en vez de afrontar los desequilibrios derivados de un sistema económico que deja a sectores crecientes de la población en los márgenes y que genera inestabilidad permanente en las clases medias. Quizá al PP le convendría leer la lección que acaba de dar el electorado británico: la fobia contra la inmigración de Boris Johnson y sus herederos no les ha servido para disimular su desastre. Que tiene un momento referencial: el disparate del Brexit, fruto de la enésima fábula patriotera, que no los ha salvado del desastre de una gestión que ha desmantelado los servicios públicos, empezando por la educación y la salud, que ha practicado el sálvese quien pueda en nombre de la desregulación económica, y que se ha montado sobre el machismo y la xenofobia.