Y ya estamos hablando de rearmarnos
Podría parecer que Pedro Sánchez ha resuelto el histórico dilema cañones o mantequilla, porque ha prometido a su socia de gobierno Yolanda Díaz que puede aumentarse el gasto en defensa sin rebajar el gasto social. Frisamos para que explique cómo piensa hacerlo, al igual que frisemos para que la UE explique cómo piensa financiar los ochocientos mil millones de euros del plan de defensa presentado por Ursula von der Leyen.
Empezar a rearmarse no es el único problema del plan, porque nunca se está bien rearmado y la carrera armamentista no tiene freno. Y ya no digamos si de lo que se trata es de que Europa disuada a Rusia. Lo vimos la semana pasada, cuando Macron ofreció en Europa el "paraguas nuclear" francés y Putin no tardó ni cinco minutos en recordarle la derrota de Napoleón de 1812. Si tenemos que medirnos en armamento nuclear, no tenemos las cartas, que diría Trump.
La realidad nos está empujando rápidamente hacia un territorio desconocido, porque las derivadas de una carrera de armamentos son muchas y graves. No estamos teniendo la discusión de toda la vida sobre prioridades presupuestarias, sino que hablamos de ejércitos y, por tanto, de guerra, con implicaciones políticas, sociales y psicológicas largas y profundas. ¿A quién daremos las nuevas armas? ¿Se trata de agrupar a los ejércitos europeos en una sola fuerza multinacional o de crear un ejército europeo? ¿Ejércitos formados con qué tropas? ¿Con nuestros hijos, hombres y mujeres? ¿Volveremos a los tiempos del servicio militar obligatorio como medida preventiva o estamos entrando en una nueva guerra fría cibernética?
No creo que nadie lo sepa a ciencia cierta, pero, por si acaso, hemos vuelto a los romanos: si quieres la paz, prepara la guerra. Qué desgracia que tengamos que volver a hablar en estos términos.