Habrá que gestionar desastres

Estrenamos la primavera de este 2024 sin presupuestos y con elecciones anticipadas, una noticia que nos coge a más de una por sorpresa y con cierta desesperación. Dentro de los colectivos a los que estoy asociada, como la asociación Renovem-nos, todos hemos recibido la noticia con preocupación.

En un momento de crisis climática creciente, grandes necesidades de actuación a causa de la sequía y con los deberes de la transición energética sin apenas empezar en Cataluña, nos quedamos con un gobierno en funciones tirando de gasto ordinario. Si bien el presupuesto del pasado año se alarga, las partidas que reflejan nuevas necesidades no progresan. Cuando la situación en la que nos encontramos es extraordinaria, los presupuestos del año pasado no reflejan la necesidad de actuación. Como ejemplo, nuevas iniciativas como la energética pública, que justo celebra un año, se quedan sin refuerzos por expandirse y sin posibilidad de tomar decisiones importantes hasta que no haya nuevo gobierno. Las partidas de la sequía, así como las decisiones necesarias para su gestión, quedan pendientes de equilibrios y tempos electorales.

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Quizás aún peor que no tener presupuestos es el hecho de que vendrán meses de cambios de cargos, distracciones y retrasos en decisiones importantes. Por si fuera poco, esto ocurrirá en medio de un verano que se prevé extremadamente difícil. De hecho, quizás pasaremos este verano tan difícil sin siquiera gobierno. Quizás así nadie tendrá la culpa de nada cuando falte agua y no se hayan tomado medidas para seguir restringiendo sus usos con restricciones sin precedentes. También nos quedaremos sin interlocutores para negociar cómo, de dónde ya qué precio podremos recibir más agua si carece.

Ahora que hace falta liderazgo para afrontar esta crisis, nos quedamos sin liderazgo. Y lo más triste es que quizá no sea casualidad. ¿Por qué asumir el liderazgo en medio de una crisis, si podemos peinar al gato haciendo elecciones y evitar cualquier responsabilidad? En la política del siglo XXI, quizás los políticos ganen con estos cálculos, pero todo lo demás perdemos.

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La crisis climática es hoy visible e inevitable. Los problemas de agua, temperaturas altas y fuegos son cada vez más frecuentes y ocurren dentro del ciclo electoral de cuatro años. A quien le dé miedo gestionar desastres, no hace falta ni que se presente a las elecciones porque, probabilísticamente, los tenemos garantizados. Nos guste o no, esa necesidad de gestión no parará de crecer. Creo que todos somos lo suficientemente grandes como para entender que estos desastres climáticos superan las fronteras y tienen una envergadura a menudo inasumible, pero, al mismo tiempo, debemos reconocer que una buena gestión puede marcar la diferencia.

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Quizá haya que ir a ver la Moreneta, como ya hizo el gobierno del tripartito en el 2008, en plena sequía también histórica, aunque menos severa que la actual. Mis amigos, investigadores en la Universidad de Yale, justo documentan en un nuevo estudio que estas visitas a las deidades pueden incluso llegar a "funcionar". El argumento es el siguiente: si miramos los datos, se crea una especie de espejismo y parece que orar a los dioses funciona porque, cuando lo hacemos, la situación es tan desesperada que quizás sí acaba lloviendo. Desesperada, la situación, lo es. Yo, personalmente, me contagiaré a la Virgen de Coaner. Aparte de más lluvias, le pediré que, de las elecciones del 12 de mayo, podamos obtener un pacto valiente que dé prioridad al bien común e intente recuperar el tiempo perdido en materia de emergencia climática.