Hay que actuar con urgencia

Cada vez tengo más la sensación de que nuestras sociedades, aunque ya están empezando a tener conciencia de algunos de los retos que tenemos delante, todavía no han valorado suficientemente la profundidad de los cambios que necesitamos para adaptarnos a una nueva etapa de la historia humana; ni tampoco ven la urgencia con la que hay que hacerlo. Es una situación que comporta irresponsabilidades por parte de todos. Quiero comentar algunos aspectos, mirando específicamente el mundo de la política y el de las administraciones públicas.

1. Profundidad de los cambios. Ya sé que en muchos casos hay quien exagera, pero es innegable que los tres retos más importantes que estamos viviendo (insostenibilidad ecológica con cambio climático; insostenibilidad social con migraciones, revueltas y enfrentamientos; y, sobre todo, efectos de la llamada intel· (ligencia artificial) nos imponen cambios en el estilo de vida, en el consumo de recursos o en las formas de relación social, como nunca hemos vivido a lo largo de la historia. Lo digo porque oigo hablar a menudo de ir a buscar agua a la Luna, de hacer disminuir de forma importante a la población del planeta, de la posible desaparición de muchos núcleos ahora habitados de las zonas costeras, del posthumanismo, o del doble concepto de la realidad: la natural que perciben ahora nuestros sentidos y la que se podrá crear artificialmente y distribuir por doquier.

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Exageraciones aparte, no dudo que la importancia y la coincidencia de estos tres retos y otros fenómenos hará que en las próximas décadas pidan importantes actuaciones, tanto de carácter individual como de tipo colectivo, para adaptarnos , para aprovechar los nuevos recursos de conocimientos y herramientas tecnológicas, y para evitar o reducir los posibles efectos negativos que pueden comportar. No podemos adoptar actitudes negacionistas, ni siquiera tranquilizantes, ni seguir con comportamientos continuistas, porque inconscientemente nos estamos perjudicando, y porque lo que dejamos de hacer nosotros perjudica al conjunto de la humanidad.

Pero mucho más graves todavía son las actitudes de estos tipos que vemos en el mundo político y en las administraciones públicas a todos los niveles. Muchísimas de las actuaciones que necesitamos tienen carácter colectivo y sólo pueden ser llevadas a cabo por los diferentes gobiernos, y algunas tienen carácter global. Además, los gobiernos son los que deben planear, orientar, coordinar y presionar de la forma necesaria las actuaciones personales. Una vez más debe seguir defendiéndose la libertad personal, pero regulada para poner límites, aceptando que las personas y los entes privados tienen derechos importantes, pero también tienen deberes obligatorios. Otra de las funciones de los gobiernos debe ser la vigilancia para que las actuaciones necesarias no aumenten las desigualdades, y deben buscar la manera de poder compensar donde sea posible aquellos que salgan perdedores.

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2. Urgencia de las actuaciones. Sabemos que en muchas de las políticas para evitar o resolver problemas, prevenirse es mejor que solucionar. Pero si no se ha podido prevenir, es necesario actuar rápido al reaccionar. La gran velocidad a la que se están produciendo el cambio climático, la globalización y el desarrollo tecnológico ha hecho difícil una buena previsión, lo que en parte justifica la lentitud con la que se ha actuado en la previsión. Pero es totalmente inaceptable que esta lentitud se mantenga a la hora de reaccionar y tomar medidas correctivas. El ejemplo de la vacuna contra el cóvido fue un caso del que podemos estar satisfechos, tanto por su desarrollo científico como por su materialización y distribución. Y el cambio radical de política de la UE en relación con las ayudas financieras a los estados miembros también fue una reacción muy rápida y muy beneficiosa que permitió y ha hecho disminuir los problemas.

a una situación política y administrativa muy peligrosa. Menciono tres realidades que son causa de retraso y de lentitud en actuaciones que creo urgentes: a) La contradicción entre la evidente necesidad de más recursos financieros en los presupuestos públicos para hacer frente a las reformas necesarias, y la potente corriente ideológica para rebajar los impuestos a los ricos, hecho que seguramente puede poner en peligro los servicios que conocemos como el estado del bienestar (educación y salud) y aumentar las desigualdades; b) La creciente dificultad en conseguir políticas pactadas a altos niveles debido a la fuerte polarización de los espacios políticos ya la visión a corto plazo, con objetivos electorales, de muchos partidos; yc) El empeoramiento de la tradicional burocratización de las administraciones públicas, que añade un elemento adicional a la hora de materializar las actuaciones, tanto de tipo público como privado.

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No podemos estar tranquilos si no reforzamos la conciencia de la profundidad de los cambios necesarios, si no aceptamos que no es momento de enfrentamientos políticos sino de pactos sociopolíticos y de colaboración público-privada, y si no conseguimos aumentar la eficiencia y rapidez de actuación de todas las administraciones. Nos estamos jugando el futuro de todos aquellos que vivirán en las próximas décadas.