La hispanidad invertebrada

Mientras el domingo, 12 de octubre, mi mujer y un servidor hacíamos la caminata dominical a paso animado –nada de paseo–, tropezamos por las calles del Eixample con varias parejas que llevaban vestidos folclóricos latinoamericanos. En frente de la Pedrera, dos chicas japonesas llevaban banderitas españolas que les habían regalado en la parada instalada por Vox allí mismo. También vimos a gente con ropa baturra, y un galgo con un pañuelo donde se distinguía la cara del general Franco. Por la noche, al leer la crónica de Roger Palós en el diario ARA, entendí por qué había gauchos por la calle: se trataba de un grupo de bailarines que se añadían, quizás sin saber dónde se metían, a la grotesca e irrisoria trifulca protagonizada por unos mil doscientos militantes de la extrema derecha españolista, según datos de la Guardia Urbana. 127 años de resentimiento: desde 1898. Si no lo hicieron, les recomiendo de todo corazón que lean el artículo de Palós: se hartarán de risa, o de llorar.

Todo esto de la hispanidad nunca ha terminado de funcionar. Hay momentos de verdadero clímax, sin embargo. En este sentido, quiero evocar al pobrecito Pablo Casado. "La Hispanidad es la etapa más brillante de la historia del hombre junto con el Imperio Romano –deliraba en 2018 este dirigente defenestrado del PP–. ¿Qué otro país puede decir que un nuevo mundo fue descubierto por ellos, que tres embarcaciones salieron de Huelva con capital privado y consiguieron cambiar la historia del mundo para siempre?" Lo del "capital privado" es un anacronismo tan ridículo que resulta aceptable como gran broma. Las comunidades culturales y lingüísticas como la hispanidad, la Commonwealth, la francofonía o la lusofonía son redes internacionales que supuestamente comparten lengua e historia, pero difieren de manera notable en su estructura y sus objetivos. En algunos casos, estas redes son invertebradas y algo imaginarias, como en el caso de la hispanidad, mientras que en otros, como la Commonwelth, tienen verdadera entidad. Sea como fuere, han surgido de procesos históricos casi siempre traumáticos relacionados con la colonización y la descolonización. La Commonwelth sí que es una verdadera organización internacional, que agrupa 56 estados independientes, muchos de los cuales formaron parte del Imperio Británico. Nació con el Estatuto de Westminster de 1931 y se consolidó con la Declaración de Londres de 1949. Los miembros comparten el inglés como lengua común y mantienen lazos históricos con el Reino Unido, hasta el punto de que algunos países reconocen al monarca británico como jefe de Estado, mientras que otros son repúblicas independientes. La estructura políticamente más compleja que ha impulsado la hispanidad, en cambio, ha sido quizás el festival de la OTI, un programa televisivo muy kitsch que se llamaba 300 millones y algunas reuniones de jefes de estado y de gobierno en las que nunca se decide nada en términos ejecutivos.

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Cabe decir que este tipo de estructuras pueden hacer giros inesperados. En 1970 se creó la Organización Internacional de la Francofonía. Pese a disponer de una estructura institucional sólida –con una secretaría general estable, cumbres bianuales, programas de cooperación y no sé cuántas cosas más–, vive una profunda decadencia. Muchos países africanos ya no quieren saber nada de Francia: han apostado abiertamente por las influencias rusa y china. A la estructura invertebrada e imaginaria de la hispanidad le ha ocurrido algo parecido a México. El conflicto se intensificó cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador instó pública y formalmente a España a que pidiera perdón por los abusos cometidos durante la conquista de América. La presidenta actual, Claudia Sheinbaum, ha mantenido también una postura crítica (y firme) en relación al pasado colonial español y la idea de hispanidad. Venezuela también lo ha hecho, pero por razones distintas.

Para entender el extraño espectáculo del pasado domingo en el Passeig de Gràcia hay que volver al corazón del nacionalismo español, es decir, del trauma de 1898. ¿Dónde localizarlo? Es muy fácil: en unas estrofas de la letra oficiosa (pero tolerada) del himno de la España franquista. "Gloria a la patria / que supo seguir / por el azul del mar / el caminar del Sol". Qué retorcido, ¿verdad? Se trataba de reivindicar un pasado imperial sin ni siquiera mencionarlo. ¿Había tal vez algo que ocultar, algún hecho ignominioso? No lo sé. Lo que está claro es que ni España, ni Kosovo ni Bosnia tienen un himno con letra. Quizás es que cuando no hay un relato verdaderamente común, más vale callar.