Una historia de policías diferente

Filmin ha estrenado La delgada línea azul (Tunna blå linjen), la serie revelación de la televisión sueca. Son diez episodios de una hora sobre el cuerpo policial de la comisaría del barrio más conflictivo y pobre de la ciudad de Malmö. La historia se centra sobre todo en mostrar las dificultades de los protagonistas para separar la actividad profesional de la vida personal. Pero lejos de ser un drama criminal típico y tópico sobre las aventuras de unos hombres uniformados, La delgada línea azul es diferente a la hora de explicarnos los aspectos más profundos del relato. Si bien una serie como Antidisturbios (Movistar+) también procuraba subrayar de qué manera se mezclan trabajo y vida, la serie sueca subraya las circunstancias sociales, económicas y políticas que influyen en la vida de un barrio y cómo repercuten en la delincuencia. Y, de paso, cómo el cuerpo policial lo afronta, ya sea a menudo desde la impotencia, la resignación, desde un exceso de implicación o con rabia. No son héroes, porque ni siquiera cuentan con la confianza de los vecinos. Y estas grietas son las que permiten explicar al espectador las aristas más difíciles no de unos delitos en concreto sino de un conflicto global.

En cuanto a la realización, la utilización de la cámara al hombro para penetrar en la vida de los personajes acentúa la tensión narrativa y la proximidad con los hechos. Visualmente tiene ciertas connotaciones documentales que remiten incluso a los realities policiales norteamericanos. El uso de las elipsis para dinamizar la trama es un factor clave. Apela a la inteligencia del espectador y, además, ahorra los tópicos televisivos que a menudo se construyen alrededor de las ficciones policiales. Cuando un policía recibe un aviso de un caso a través de la radio, no siempre vemos cómo después resuelve la situación. Pero en cambio subraya qué tipos de problemas tienen que atender los protagonistas. Evita también una recreación en la violencia. Los casos de maltratos machistas o violaciones se nos explican no desde el dramatismo de la comisión del delito sino desde sus matices más complejos: mujeres que no denuncian al agresor o las carencias legislativas o de presupuesto para afrontarlo de manera más efectiva. En cuanto al guion y la postproducción, la presencia de las redes sociales tiene un papel relevante. A menudo se sobreimpresiona en pantalla el alud de mensajes de Twitter, Facebook e Instagram como elemento de presión. Delatan el abismo entre lo que pasa en la realidad y la percepción social que se tiene de ello, remarcando la demagogia y el populismo de los ciudadanos y medios como un veneno que intoxica todavía más el contexto. Es inevitable percibir La delgada línea azul como un instrumento de humanización de la policía un poco propagandístico, como un bálsamo conciliador entre agentes y ciudadanos. Pero también es comprensible que en Suecia haya tenido impacto porque remueve conciencias sobre el estado del bienestar y la gestión del gobierno y denuncia aspectos sociales apelando más a la humanidad de la gente que a la épica policial.