El humorista, el político y el bebé

En la radio explicaban que un humorista –Jaime Caravaca, que trabaja como telonero en el teatro de Madrid donde graban La resistencia, el programa del también humorista David Broncano– fue agredido por un señor, Alberto Pugilato, un conocido neonazi, porque hizo un chiste “pedófilo” sobre su recién nacido bebé. En una foto de la criatura colgada en Twitter, el humorista escribió (no traduzco para que se vea el tono): “Nada ni nadie podrá evitar la posibilidad de que sea gay y de mayor se harte de mamar polla de negro. Y de negro obrero, nada de futbolistas. Qué sabio es el tiempo, toca esperar". El humorista, pues, hacía suya aquella profecía que se hace en los fachas, para joderles. Que los hijos les “salgan” cuanto más daño o vergüenza les haría. No es un comentario “pedófilo”, está hablando de “cuando sea mayor”.

Y eso nos lleva, pues, a los límites del humor, de nuevo. ¿Se puede bromear de todo? Sí. Punto. En este chiste, el humorista utiliza cuidadosamente las palabras. Dice "gay" y no dice una palabra ofensiva como “marica”. Pero, en cambio, no dice que este gay "se enamore" de este negro obrero o que "se vaya a vivir" o que "haga el amor". El hecho de que diga “que se harte” ya continuación mencione, de manera chapucera, la felación que él haría a este negro obrero, sugiere una no-reciprocidad que la humilla. Para ayudar a connotar la práctica, no utiliza artículo después del verbo "mamar" y antes del objeto directo “polla” (la) ni después de "negro" (uno). Esto refuerza mucho más la idea de repetición, porque le quita la singularidad.

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Claro que con este chiste el humorista quiere denunciar las fobias, quizás ultraderechistas, del señor del hijo. Pero lo que ocurre es que el chiste no le ha quedado de izquierdas. Le ha quedado muy de pie.