La IA en la atención primaria
La inteligencia artificial (IA) hace ya tiempo que ha salido del laboratorio y avanza a pasos de gigante. Nuestra vida cotidiana ya no puede comprenderse al margen de esta revolución tecnológica. La incertidumbre sobre hacia dónde nos conducirá convive con su aceptación. Un estudio del IE Center for Governance of Change revela que aumenta el apoyo a la utilización de la IA y las nuevas aplicaciones tecnológicas, incluso en ámbitos reservados únicamente a los humanos. Por ejemplo, un 51% de los europeos o un 75% de los chinos sustituirían a sus parlamentarios por algoritmos de IA. En España la aceptación alcanza el 66%. Estos datos no sólo muestran el desencanto social con la política, sino la idea de que las máquinas pueden llegar a hacer las cosas mejor que las personas.
La superioridad de las máquinas es abismal cuando se trata de procesar datos, pero inútil a la hora de pensar. La IA actual no es capaz de comprender absolutamente nada de lo que hace, a diferencia de la inteligencia humana. Por ello, existen ámbitos en los que, sin renunciar a los beneficios de la tecnología, se quiere preservar el valor humano, al considerarse insustituible. En este sentido, hace unos días el ARA informaba que seis centros de atención primaria (CAP) ensayarán una herramienta de IA que se ocupará de transcribir la conversación entre el médico y el paciente, traducirá la exposición a lenguaje médico y la incorporará a la historia clínica. Después será necesario que el profesional valide las notas hechas con IA. La nueva plataforma no está pensada para sustituir a los médicos, sino para intentar que el médico pase menos tiempo ante el ordenador mientras atiende al paciente.
Esta herramienta que se quiere implementar en todos los CAP de Catalunya el próximo año sintoniza con los nuevos tiempos, pero plantea algunas dudas. En cualquier relato, y especialmente en el médico, es importante lo que se dice, pero sobre todo el cómo se dice. La IA no dispone de ningún modelo científico para interpretar el lenguaje metafórico, ni analizar el tono de voz, ni captar las emociones. Esto es un empobrecimiento en relación con las habilidades que pueden tener los profesionales. También sabemos que ante la IA existe una tendencia a dar por válidos los resultados de los algoritmos. Esto es lo que se llama sesgo de automatización. Paradójicamente, en este punto, son los humanos y no las máquinas quienes actúan de forma automatizada y presuponen que la máquina lo ha hecho bien. Habrá que analizar con rigor los resultados de la prueba piloto para garantizar la calidad de la atención al paciente.
La IA ha llegado para quedarse, y conviviremos con ella dentro del coche, usando el móvil o en cualquier consulta de atención primaria. Lo que debemos hacer es dilucidar cómo aprovechar correctamente sus posibilidades. La IA debería ser una aliada para mantener los valores humanos en todas las profesiones sanitarias, y no simplemente una estrategia para atender a los pacientes con el menor tiempo posible. Para hacer las cosas bien, hace falta tiempo. Como dice Josep M. Esquirol, "el tiempo no guarda lo que se hace sin tiempo".