No era terrorismo ni había ninguna trama rusa. Ahora, la que lo dice es la propia justicia española: las investigaciones (o lo que fuera) del juez Joaquín Aguirre eran un fraude de ley. Aguirre era aquel juez que exhibía la profundidad de su pensamiento, su agresado sentido de la imparcialidad y su ética profesional con un lapidario "¡a tomar por el culo!" Incluso el ministro de Justicia, Félix Bolaños, le preguntó al PP, en sede parlamentaria, si pedirá perdón por referirse a los partidos independentistas como terroristas y conjurados con la trama rusa.
La verdad es que si deben ponerse en fila para pedir perdón a todos los que alimentaron las teorías más insultantes sobre el independentismo catalán, la cola será larga y muy diversa, izquierda incluida. Porque son muchos los que pensaron que podrían ganar votos o un ascenso en sus respectivas carreras profesionales si contaminaban un movimiento democrático y pacífico con los peores adjetivos.
Hagamos memoria: España no vio venir la ola independentista y como no supo reaccionar democráticamente ante un movimiento que pedía un referéndum, recurrió a la plantilla vasca de años atrás, en la que todo era terrorismo, aunque no lo fuera. Y que Rusia pudiera hacer sus cálculos desestabilizadores en la UE no implica que ningún manifestante ni votante de los años del Proceso saliera a la calle por órdenes del Kremlin ni pensando en la ayuda que pudiera venir de ninguna cancillería. Fue la gente, a pecho descubierto, la que se la jugó el 1 de octubre porque creía en ella. Fue una derrota del Estado que había que impugnar y embadurnar. El resto es una guerra sucia política, mediática y judicial, y aún no ha terminado.