Las ideas y las cosas

La extrema derecha hace un planteamiento basado en hechos o en creencias generales: la vivienda tiene un coste que la mayoría de las familias no pueden pagar, los poderes públicos tratan mejor a los inmigrantes que a los nacionales, hay inseguridad en la calle por el alto nivel de delincuencia de los inmigrantes, la UE es reglamentista y nos cuesta mucho dinero. Mensajes sencillos y directos, con pocos matices. Los partidos tradicionales, conservadores y socialdemócratas, realizan planteamientos más ideológicos que factuales. No contraponen los hechos, sino las ideas. Para mucha gente, éstas están lejos de lo que directamente les importa. Los hechos son inmediatos, las ideas menos, porque son matizables.

Las redes sociales son hoy fuente de información mayoritaria para muchos ciudadanos. Y plantear la comunicación sobre hechos tiene ventajas porque pueden ser útiles para reforzar lo que se quiere comunicar. Comunicar ideas, en cambio, requiere hablar del contraste, de la diversa opinión, de la intensidad del argumento y de los matices... Es inevitable.

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La aproximación ideológica de la derecha y la extrema derecha en EE.UU. (dos colectivos sociales que se agrupan bajo un único partido, el republicano) aumenta la importancia de este hecho, porque ahora ya no es un grupo extremista el que se rige por estos principios, sino toda la parte de la ciudadanía más conservadora, más del 40% de la sociedad. En España empieza a suceder lo mismo por la proximidad y colaboración política de Vox y el PP, en la que el liderazgo político es más del primero que del segundo. La extrema derecha no hace excepciones, se dirigen a grupos grandes y relativamente monolíticos. Los partidos tradicionales se dirigen más a las minorías para interesar y agrupar a diferentes colectivos.

El Partido Demócrata en EEUU, antes y después de las elecciones de 2016 de Donald Trump contra Hillary Clinton, dejó de lado a la clase obrera blanca de los estados del Midwest, que ha sufrido la reducción de salarios y el desempleo a causa de la globalización. Han pasado a votar republicano. El Partido Demócrata, impulsando la globalización económica durante muchos años, les "perjudicó" directamente. Para muchas manufacturas, coches, electrodomésticos, textiles y materias primas, la fabricación se ha trasladado en parte a Asia y China por el menor coste de producción y el coste irrelevante de transporte. No hubo protección de la producción local, algo que la administración Trump ahora revierte con aranceles a las importaciones y medidas de ayuda a la fabricación local. Durante años, el partido demócrata olvidó a este colectivo para dirigirse a minorías. El error del Partido Demócrata fue perder el foco en la población trabajadora. Esta circunstancia, unida al hecho de una pretendida superioridad intelectual demostrada por la población con estudios universitarios respecto al resto, ha sido una actitud electoralmente letal para el Partido Demócrata. Olvidó lo importante para el bienestar de la ciudadanía de clase baja e incluso los menospreció. Es un ejemplo claro de infravalorar los hechos que afectan a las mayorías para ocuparse de ideas que importan a las minorías.

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Estas circunstancias, trasladadas a España, explican la política que despliega en el PSOE en relación a los partidos de ámbito autonómico. Una política más compleja por la debilidad del partido pivote, el PSOE, que comparte poder y electorado con el PP, y por la ideología nacionalista/regionalista de muchos partidos de ámbito autonómico. A diferencia de EEUU, el debate aquí no está entre una política más a la derecha o más a la izquierda, sino sobre quién gana peso, el gobierno central o los autonómicos.

Los partidos tradicionales de la derecha no rebaten los argumentos de la extrema derecha porque así mantienen una diferenciación limitada que les permite pactar gobiernos compartidos. Los de izquierda tampoco, por no entrar en conflicto en materias delicadas. Así, los argumentos de la extrema derecha no se discuten directamente. Y éste es posiblemente el origen del problema que ahora se plantea.

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Las demandas regionales han sido formalizadas, pero la cuestión es si pueden satisfacerse sin modificar el reparto de fondos entre el gobierno central y las comunidades autónomas. Esto no requeriría una reforma constitucional, pero sí una competencial y económica entre lo que hacen y pagan uno y otros. Y para la derecha, la unidad de España es un bien supremo. Aunque ésta no esté en peligro, si se habla de ello, la discusión cambia de nivel, porque Madrid es la capital del reino.

Ya se sabe que implantar el principio de ordinalidad sin que ninguna comunidad pierda aportación del gobierno central exige transferir 25.000 M€/año más a las comunidades autónomas, un 5% de los presupuestos generales. Y, a la vista del crecimiento de la recaudación fiscal, esto es posible si se hace de forma progresiva. ERC y Junts deberían entenderlo: una nueva financiación para Catalunya sólo es viable a través de una nueva financiación autonómica a escala estatal. Para conseguirlo, es necesario que éste sea sencillo, que es exactamente la ventaja que tiene el principio de ordinalidad. Si entramos en las particularidades y excepciones, nos perderemos. Ya ha pasado.

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Vuelvo, pues, al principio: es necesario hablar de las cosas y no de las ideas. Son los hechos prácticos los que preocupan y persuaden a la ciudadanía. Dijo Ortega, hace un siglo: "Ciudadanos, en las cosas".