Jornadas de reflexión
Reflexionar es el verbo del momento. Sánchez reflexionó durante cinco días si debía dimitir, reflexionará Junqueras tras las europeas, reflexionaron el presidente Aragonés y la secretaria general Rovira y juntos, mientras se enfrentan a la delicadísima reflexión sobre qué debe hacer Esquerra cuando llegue la investidura del nuevo presidente de la Generalitat. Y en el momento en que escribo este artículo, Joan Laporta está reflexionando sobre si Xavi Hernández debe seguir entrenando al Barça, después de que el entrenador invitara al barcelonismo a reflexionar sobre las limitaciones que tendrá el equipo para competir la próxima temporada, dada la precaria situación económica del club.
Reflexionar no es fácil, sobre todo cuando no se tiene su hábito. Es un ejercicio que pide escuchar, primero a uno mismo sin hacerse trampas y después a aquellas personas que te dicen la verdad y no lo que quieres oír. A menudo, cuando se mantiene una línea coherente de comportamiento, no hace falta reflexionar demasiado porque la decisión que hay que tomar casi sale sola, de acuerdo con esa frase del gran Johan Cruyff: "En la misma pregunta tienes la respuesta".
La reflexión es una actividad de la cabeza con su lista de pros y sus contras, pero también del corazón, con espacio para la intuición y la experiencia, pero estando abiertos a entender que los tiempos cambian rápidamente, que nuestro momento puede haber pasado y que la experiencia puede no servir de mucho. Hay que tener la cabeza clara para no confundir ilusión con terquedad. Ante la duda, una buena decisión puede ser la que duela menos y la que no se quede como un peso muerto en la conciencia en el futuro. Y a menudo, al cabo de un momento de tomar la decisión, enseguida se sabe si ha sido un acierto o un error.