Los límites del nazismo
Uno de los grandes miedos (si no eres nazi) del resultado de las europeas es el aumento que se prevé de la extrema derecha. Ya ni siquiera se habla de cordones sanitarios. Solo para cuestionar su eficacia. Lógico, si tenemos en cuenta que en algunos sitios hacerles el vacío ha sido más exitoso que en otros. Pero una cosa es hacerles el vacío en las instituciones y la otra es evitar que sus discursos involucionistas se esparzan como el cinismo de los gobiernos. Para los fascistas la culpa siempre es de los demás, y que el mundo progrese adecuadamente es una cuestión que debe afrontarse con violencia, solucionador instantáneo que aniquila discrepancias de raíz. Y eso que el mundo rara vez progresa adecuadamente y nunca lo hace a la vez. Pero cualquier mejora les sobrepasa porque, ¿quién quiere avanzar cuando se puede echar atrás y vivir días gloriosos de sangre, sudor, lágrimas, genocidios y supremacismos? Recordadme que os recuerde que deberíamos hablar más sobre la inutilidad de todos los monumentos que se han hecho para no volver a caer en los errores del pasado, porque no hacemos más que repetirlos, tanto los monumentos como los errores. O tal vez estos monumentos, en realidad, están pensados para que tengamos presente que no nos queda otra alternativa que devorarnos unos a otros y arrasar con todo lo que nos rodea. Con períodos de paz, eso sí. Para despistar. Cierro paréntesis.
Al nazismo, a la extrema derecha, no se lo está combatiendo. Está entrando en todos los debates para decir la suya y participando de un sistema en el que se respeta su ideología, como si su ideología pudiera respetarse. Y acaba pasando lo que ha pasado esta semana a raíz de la violencia de un nazi contra un cómico por un tuit que escribió. Cuando el tema, desde mi punto de vista, es analizar y combatir el aumento ilimitado del nazismo, el debate se centra en los límites del humor. De nuevo. Porque no es la primera vez, ni será la última, que se cae en esa trampa, aunque parezca mentira. Se me ocurre que hay que empezar a llenar pueblos y ciudades con monumentos a los límites del humor. Aunque sea en las rotondas. Y no, no se trata de si lo que dijo era más o menos ofensivo, porque todo lo que decimos es susceptible de ofender. Se trata del contexto, de la respuesta violenta y de ponerse en la tesitura, sin pensar, de estar defendiendo a un nazi que ha pegado y amenazado a un señor porque se ofendió por un comentario. O sea, aceptamos que la respuesta proporcional a un comentario que te ofende es romperle la cara a quien lo ha hecho. Se necesitan más monumentos, definitivamente.
Que el cómico después se disculpe públicamente puede tener que ver con el miedo o con un profundo arrepentimiento por su comentario, que no era ni un chiste. No sé. Lo que me estremece es ver cómo la autocensura está cayendo del lado equivocado porque el nazi, que después de ejercer la violencia, también se disculpa, algo que es de primero de maltratador, no solo cree que tiene la razón sino que se la dan; porque ha hecho lo que cualquier padre haría, defender el honor de su hijo o alguna tontería parecida; porque el nazi puede organizar manifestaciones llenas de delito de odio, que las autorizan porque todo el mundo tiene derecho a odiar y a sentirse superior a los demás y a intimidar al personal por la calle y por donde le plazca; porque el humor debe tener unos límites, pero el nazismo se ve que no. Por tanto, hablemos de los límites del humor, ahora que el auge de la extrema derecha hace temblar a toda Europa (si no eres nazi). La perplejidad se esconde bajo una col.
El nazi defendido. Esto sí que es un chiste. Delirante. Aterrador.