La lógica perversa de la vivienda pública

La vivienda es probablemente el principal fracaso de la democracia española y de la autonomía catalana. Ahora que se quiere celebrar el cincuentenario de la muerte de Franco, no está de más recordar que, a consecuencia del boom demográfico y de los movimientos migratorios hacia las grandes ciudades, ese largo régimen también se enfrentó con un gravísimo problema de vivienda, pero que sus gobiernos se lo tomaron en serio, por lo que a la muerte del dictador casi todos los núcleos de barracas ya habían desaparecido de Barcelona, ​​tal y como muestra el mapa del Museo de Historia de la ciudad. La mejor prueba de ese éxito es justamente que ni la Generalitat ni el Ayuntamiento consideraron necesario emprender ninguna política de vivienda protegida hasta principios del siglo XXI.

Ahora que el problema vuelve a ser agudo, el president Mas ha publicado un artículo en estas páginas que ya ha sido contestado por Eduard Voltaspero que, dada la confusión que refleja y la importancia del problema, todavía merece otra respuesta.

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Mas nos dice que "las dificultades objetivas que muchas personas tienen para acceder a una vivienda se explican por tres factores: primero, el aumento muy notable de la población catalana, de dos millones de personas, en poco más de veinte años; segundo , la falta de oferta de vivienda pública o protegida; terceros, salarios demasiado bajos, consecuencia de nuestro modelo económico y de no ser lo suficientemente productivos”.

Mas considera que los poderes públicos poco pueden hacer para controlar los flujos migratorios y poco para mejorar los salarios y la productividad (excepto "sustituir la actitud de estorbar por la de estimular"). Por tanto, concluye que la solución es que estos poderes públicos viertan mucho dinero para construir vivienda protegida: "Si para tener los sistemas sanitario, educativo y social de los que disponemos tenemos que movilizar un gran volumen de dinero público, por qué pensamos que en vivienda debe ser diferente?".

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La lógica de Mas está sólidamente instalada en el pensamiento tanto de la derecha como de la izquierda catalana, pero es perversa.

Veamos cómo funciona en la práctica esta lógica. La población catalana no está creciendo porque sí, sino porque en Cataluña se crean muchos puestos de trabajo poco cualificados y mal remunerados que atraen a una fuerte corriente migratoria El contraste con el País Vasco –donde este fenómeno no se da– es elocuente: mientras que la población catalana ha aumentado un 28% (1,74 millones) este siglo hasta ahora, allí sólo lo ha hecho en un 7% (143.000) Insisto en que estos empresarios pueden crear tantos puestos y pueden encontrar quienes les ocupen porque piden poco (pocas calificaciones) y ofrecen poco (poca remuneración) Una de las consecuencias es que si el PIB per cápita catalán era igual que el vasco. en 2000, ahora es un 11% más bajo.

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Como el aumento de la población aumenta los precios inmobiliarios, se propone –insisto en que lo hacen tanto la derecha como la izquierda– que el sector público vierta dinero público para generar vivienda asequible. Es exactamente la misma lógica subyacente en la creación de empleo en el turismo de sol y playa, donde el sector público se hace cargo de los salarios de los trabajadores durante la temporada baja. Se trata de dos formas de subvencionar indirectamente unos puestos de trabajo poco productivos.

Dado que la lógica es perversa, no puede funcionar. El presidente Illa promete crear 50.000 viviendas públicas hasta el año 2030. Todo el mundo sabe que es difícil que el objetivo se pueda cumplir (Montilla prometió lo mismo y acabó unos 23.000), pero es que aunque tuviera éxito sería insuficiente : la población catalana crece un 1% al año, y si este ritmo se mantiene en los próximos seis años exigiría más de 200.000 nuevas viviendas, sin que ninguna pudiera dedicarse a paliar el déficit actual.

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No estoy sugiriendo que la Generalitat suspenda sus planes de construcción de vivienda protegida. Lo que estoy tratando de decir es que el problema de la vivienda sólo se podrá resolver en Cataluña si la población se estabiliza, y que sólo se estabilizará si dejamos de crear puestos de trabajo con una remuneración que no permita adquirir una vivienda en su coste. O, lo que es lo mismo, que, a lo largo del año, no permita un nivel de vida digno.

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No sé qué entiende el president Mas cuando dice que el mundo público sustituya la actitud de estorbar por la de estimular, pero sí sé que mientras haya déficit de vivienda no debe poder dedicarse a alquiler turístico, que el salario mínimo debe ser más elevado, que la Inspección de Trabajo debe ser más estricta (tanto con los empresarios como con los trabajadores de baja y parados) y que los contratos eventuales y los fijos discontinuos deben dejar de estar subvencionados de facto. ¡Ah! Y que no nos convienen proyectos que, como el Hard Rock, sólo son viables si no pagan impuestos.