La lotería no nos hace más felices

Muchos de vosotros estaréis leyendo este diario con un décimo de la lotería en sus manos, y esperando a escuchar la radio o la televisión con la ilusión de ser una de esas personas afortunadas que acaben el día con 400.000 euros de más. Sin querer amargar a nadie, las probabilidades de que esto ocurra son más bien bajas. Concretamente, un 0,001%. Tenemos el doble de probabilidades de que se nos caiga un rayo encima, y ​​casi un 90% que no nos toque nada, a pesar de haber jugado.

Sin embargo, más de siete de cada diez adultos juega al premio extraordinario de Navidad, la lotería más antigua del mundo –desde 1811– y la que da un mayor premio total –más de 2.700 millones de euros este año–. Y no hay un perfil definido de quien juega: hombres y mujeres, los que van sobrados de dinero y también aquellos que no llegan a fin de mes. En Cataluña, jugamos más de 56 euros por persona. De las cantidades más bajas de España, pero lo suficientemente importante para aquellos que, por ejemplo, tienen retrasos en el pago de la hipoteca.

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Pero aunque la lotería cueste dinero, soñar es gratis. ¿Y quién no se ha preguntado alguna vez qué haría si le tocara la lotería? Un reciente estudio de FEDEA nos da pistas sobre la respuesta. Por lo general, si nos toca un gran premio de la lotería tendemos a trabajar menos. Al menos, por cuenta ajena. Sustituimos parte del salario que recibíamos por los ingresos del premio. Pese a la ilusión, sabemos que es poco probable que nos toque y no tenemos planes de gasto. Por eso, si nos toca, guardamos el dinero en la cuenta bancaria. Y no es hasta pasados ​​los años que tomamos decisiones financieras e inmobiliarias, como poner dinero en fondos de inversión, cancelar deudas y vivienda habitual.

Si nos hacemos ricos, pagamos –o cambiamos– la casa. Pero cada vez menos.Hace casi 15 años que el valor del primer premio de la Lotería de Navidad –400.000 euros el décimo–, no hubo un tiempo en el que daba para comprar varios pisos en una gran ciudad. es un gran capital. En un mundo cada vez más caro, ya ni la lotería de Navidad, la Grossa, o una herencia inesperada, nos permite conseguir el bien de lujo en el que se ha convertida la vivienda.

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Pero aun sabiendo que no es una decisión racional, o que la tendremos para una casa, podemos pensar que si ganamos la lotería seremos más felices. Aquí la búsqueda, de nuevo, nos plantea un mal escenario. Los estudios indican que, al cabo de un tiempo volveremos a ser igual de felices –o infelices– que antes de comprar el décimo premiado. Se conoce como "adaptación hedónicaA pesar de que nos pasen grandes cosas, buenas o malas, a lo largo de la vida, las personas tendemos a tener un punto de referencia de nuestra felicidad, al que acabamos volviendo. Si ahora mismo no eres feliz, que los niños de San Ildefonso canten tu número no marcará una gran diferencia a largo plazo.

Con la lotería sólo gana el Estado. Como decía un matemático, la lotería es el impuesto de quienes no saben matemáticas. Pero también podemos decir que ganamos a toda la sociedad. O que la vida no va de ganancias, sino de ilusiones. Sobre todo en Navidad.