Lunes de Aplec en Tona
El calendario tiene sus fiestas populares que ayudan a olvidar por horas titulares de la actualidad tan horribles como el encuentro en Madrid de la internacional de la extrema derecha, la masacre de Gaza o la invasión rusa de Ucrania.
“¿Sabes para qué sirve mantener la tradición de la fiesta del lunes de la Segunda Pascua? Para poder realizar una celebración popular de dos días con todos los eres y uds. No es lo mismo tener que plegar el mismo domingo que poder repartir el programa de fiestas entre el domingo y el lunes”. Me lo contaban en Tona (Osona), donde desde hace ochenta años celebran el Aplec de la Rosa en Lurdes y en el Castillo (iglesia románica y torre de vigilancia en la planicie de una colina arbolada, deliciosa y cerrada al tráfico de coches, que domina la llanura de Vic con el Matagalls delante). Se trata de un encuentro con misa solemne, bendición de las rosas, con rosal y arriero mayores que mantienen el título todo el año, llamativo encargado de la llamada (el pregón), cabalgata de carrozas, encuentro de sardanas, concurso de ramos y una auténtica exhibición de las capacidades del Esbart Dansaire Castell de Tona.
El resultado es un encuentro de gente del pueblo de todas las edades, en torno a sus tradiciones, la música y el baile, en un engranaje organizativo entre el Ayuntamiento y las entidades que debe estar pendiente de mil detalles y que gira redondo gracias a las horas que se ponen por afección y cariño. No hay otro secreto. En Tona, durante estos dos días, los trasiegos de la política catalana y los males del mundo se quedan en la rotonda de la C-17, y ya se pueden imaginar cómo se agradece tanta alegría y tanta ilusión en un momento como éste. Por muchos años más, Tona.