Manifestaciones incomparables
Las protestas ante la sede del PSOE en la calle Ferraz de Madrid y en otras ciudades españolas duran ya más de dos semanas y ha habido tiempo para que se las compare con las manifestaciones del Proceso. Aunque se trate de un movimiento que responde a la dinámica de acción-reacción Cataluña-España, las comparaciones están fuera de lugar.
Básicamente porque los manifestantes tienen a favor la inmensa mayoría de los poderes y aparatos del Estado. Porque la amnistía gustará más o gustará menos, pero no es un golpe de estado. Porque aquí estamos ante una protesta profunda e indecentemente sobreactuada. Aquí, el único problema es que el PP y Vox se han quedado sin el gobierno y con un palmo de narices y han decidido que la única forma de disimular su frustración es confundir su derrota con la derrota de España.
Los manifestantes del Proceso no cantaban el Cara el sol, ni tenían a su disposición una policía patriótica que hiciera informes para destruir adversarios políticos, publicados por medios de la misma cuerda ideológica y afinados por fiscales de confianza, ni servicios secretos que espiaran adversarios, ni tenían a favor un rey que pusiera mala cara porque no le gustaba el pacto con el que había llegado el primer ministro que venía a prometer el cargo.
A los manifestantes del Proceso se les puede reprochar la ingenuidad primero, y la impotencia después, cuando se desató Urquinaona, pero los incidentes van llegar al final, después de años de salir a la calle pacíficamente, en cantidades absolutas y relativas infinitamente superiores a las de estos días, sin que nadie escuchara su clamor.
El golpe de estado sólo lo pueden dar los uniformados que votan con preferencia derecha y extrema derecha. No es casualidad que hayan intervenido en uno de los manifestantes de Ferraz una pistola militar reglamentaria.