La mano derecha de la mano derecha
Hasta hace poco tiempo, un tal Paco Salazar fue considerado una de las manos derechas de Pedro Sánchez. También fueron manos derechas del presidente del gobierno de España José Luis Ábalos y Santos Cerdán, por lo que es visible que Sánchez tiene un mal ojo remarcable a la hora de elegir manos derechas. Salazar tenía en común con las demás manos derechas el hecho de ser un baboso. Según las denuncias y los testigos contra él, se trataba del típico chulito que se aprovechaba de su situación de poder (era un alto cargo en análisis de datos y prospectiva en la Moncloa, y uno de los principales asesores electorales en las campañas de Pedro Sánchez) para acosar sexualmente a las mujeres que trabajaban con él. Comentarios, comportamientos y situaciones que él —como siempre en estos casos— consideraba bromas pero que eran denigrantes. Los hechos se conocieron antes del verano y, a pesar de que lo denunciaron varias colaboradoras y militantes (entre ellas la exportavoz parlamentaria Adriana Lastra), el PSOE no ha hecho nada por las afectadas hasta hace poco, cuando una investigación periodística de Eldiario.es ha vuelto a poner el caso en primera línea. Este fin de semana, Pedro Sánchez ha admitido los "errores" que se han acumulado en esta historia, el principal de los cuales es la desatención hacia las mujeres que han sufrido el acoso de Salazar.
Después ha rodado otra cabeza, el de Antonio Hernández, hasta ahora director del departamento de coordinación política del gabinete de la Presidencia del gobierno español. Un nombre largo para un cargo que situaba a Hernández como mano derecha, vaya por Dios, de Salazar. Había una mano derecha que tenía la mano larga y otra mano derecha que encubría lo que hacía la primera mano derecha. Todo ello, ocupando cargos de alta especialización, bien remunerados con dinero público. Eran, por lo tanto, servidores públicos, y no hace falta decir que, hasta que no les ha salpicado el escándalo, la ciudadanía no tenía ningún conocimiento de su existencia. Ni de la existencia de las manos derechas Salazar y Hernández, ni de la de los cargos que ocupaban. Además del hecho principal —el acoso sexual y el silencio y la desgana con la que se ha tratado el problema dentro del PSOE durante medio año— está esta otra cuestión: ¿cuántas manos derechas indignantes y presuntamente delictivas pululan dentro de los magmas difusos de los organigramas de los partidos y de las administraciones públicas, viviendo tan tranquilamente, salvo que algún día sean destapadas de formas que ni ellas ni nadie esperaba?
Los escándalos de acoso sexual y comportamientos machistas en los partidos de izquierdas (no solo en el PSOE: los ha habido también en Podemos, en Sumar, en la CUP, en ERC) son algo bastante peor que meras contradicciones. Justamente este lunes salía una encuesta de El País que, en unas hipotéticas elecciones generales, da cerca del 50% al bloque de la derecha y la extrema derecha, y algo más del 40% al bloque de la investidura de Sánchez. Ojo que no tengan algo que ver, en estas magras expectativas, las manos derechas concedidas alegremente a los gallitos de cada casa.