El miedo, la rabia y el barro

Si me pidieran una sola palabra para trasladarles qué se nota en el ambiente en Estados Unidos, les diría que es miedo. Si quieren, podemos dejarlo un escalón por debajo y llamarlo “profunda inquietud”, pero ya me entienden. Las elecciones ya no son la fiesta de la democracia, sino un día para pasarlo con el corazón encogido.

Hay mucha gente que teme lo que puede pasar el miércoles. Miedo a que, si gana Harris, Trump no lo acepte, y miedo a que, si gana Trump, comience una revancha. Vale, a Trump ya lo conocemos, vive de asustar. No hay mejor elogio para él que ser temido. "El verdadero poder es el miedo", dijo. Y por eso su discurso está lleno de insultos y amenazas.

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El miedo no hará caer a unas instituciones sólidas como las estadounidenses, o una economía que cuando aún no ha guardado las calabazas de Halloween ya adorna el árbol de Navidad. Pero la vida estadounidense está carcomida por la rabia y por la división que hace ya años que transmite la política, y que con Trump ha llegado a las cotas más violentas.

Y el mundo está lleno de aprendices de Trump.

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Estoy en Estados Unidos, pero los ojos se me van a los vídeos de Valencia. Hay dos que no me quito de la cabeza: los de la consellera Nuria Montes. No sé cuál de los dos es más repugnante. En el primero, quiere transmitir autoridad a ver si gana puntos por comparación con un Mazón convertido en un despojo político, pero solo se ve autoritarismo de vía estrecha. Y en el segundo, con esa voz de cordero, nos quiere hacer creer que sabe escuchar las críticas, que tiene todos los registros comunicativos y que ella también tiene sentimientos. Qué asco.

Parte del barro y los gritos que ha asumido Felipe de Borbón en el país donde su antecesor, Felipe V, está colgado en un cuadro boca abajo, se los puede agradecer a la soberbia y la ineptitud de gente como ella.