Ni Miguel, ni Bosé: Buenafuente
El lunes por la noche, en el Late motiv de Andreu Buenafuente, en #0 de Movistar+, arrancaban con una parodia de la entrevista de Jordi Évole a Miguel Bosé que La Sexta había emitido el día antes. El show arrancaba con Buenafuente y el humorista Raúl Pérez caracterizado como Miguel Bosé en una habitación de hotel. La relación entre ellos dos, sin embargo, era muy diferente. Al revés de lo que pasó en Lo de Évole, Buenafuente se mostraba perplejo ante la locura evidente del clon de Bosé. El personaje insistía en llamar Évole a Buenafuente y el presentador de Late motiv tenía que repetirle que él era Andreu. “A mí no me engañas”, le respondía el clon del cantante. “Tú eres el Follonero. Y además somos amigos. Te conozco como si te hubiera comprado”, apelando a la práctica de la llamada maternidad subrogada que ha llevado a cabo Bosé.
La mordacidad del guion permitió que con escasos segundos hicieran mucho más que una parodia. El juego de espejos que propuso Late motiv desmontaba un tipo de espectáculo televisivo y una manera de vender el periodismo, con tanto ingenio y dobles intenciones que resultaba hilarante. La comedia imitaba incluso la escena inicial del camarero que traía el agua, burlándose de las ínfulas de sofisticación del formato de Lo de Évole. Buenafuente, mirando a cámara, explicaba a la audiencia: “Ayer todo el mundo hablaba de la entrevista que le hizo Jordi Évole a Miguel Bosé. Creo que todos nos quedamos con ganas de más porque solo pudimos ver una parte de la entrevista. Luego dicen que dan la otra”. Y con una ironía finísima añadía: “Ahora las cosas las hacen así en la televisión: por capítulos”. Forzaba la resignación de quien ve convertida la lógica de la televisión en una caja de estrategias para atrapar a la audiencia. Lo que hacía Buenafuente era, desde la comedia y el humor, desnudar la entrevista real de su frivolidad para explicar que la realidad es mucho más triste. Los guionistas desmontaron los códigos que hemos aceptado e integrado como espectadores de un tipo de televisión que pretende normalizar la teatralidad de los famosos a la hora de relacionarse. En la parodia, Raúl Pérez llevaba al extremo lo que todos detectamos de Miguel Bosé: la decadencia, la falta de verdad y la locura. El clon del cantante exhibía la doble personalidad en función de si lo llamabas por el nombre o por el apellido, sufría delirios conspiranoicos sobre las vacunas, el 5G y el coronavirus y expresaba con grandilocuencia y pseudointelectualidad ideas absurdas sobre él mismo. Y Buenafuente, en vez de seguirle la corriente, le hablaba y le hacía ver que toda eso no tenía ningún sentido: “¿Ahora con quién estoy hablando, con Miguel o con Bosé?” Y el otro seguía obcecado en una discusión con él mismo en la que Miguel atacaba a Bosé y viceversa. El imitador Raúl Pérez hacía parodia sobre las idas y venidas de la voz, jugaba a la falsedad de los elogios desmesurados y las alucinaciones de covids y microchips.
Sin ningún tipo de duda, Buenafuente y sus guionistas sí han conseguido encontrar la mejor manera de explicar el negacionismo de la pandemia en la televisión.
Mònica Planas Callol es periodista y crítica de televisión