Milei, la victoria de la contestación

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Primer plano del rostro de Javier Milei, elegido nuevo presidente de Argentina.

Enmienda a la totalidad. Es la victoria de la contestación; de la rabia y la rotura con un sistema fracasado. Argentina de la frustración social por la crisis económica, del rechazo a las familias políticas tradicionales y del malestar por la penetración del narcotráfico y el crimen organizado que ya desestabiliza a otros países de América Latina, ha acabado convirtiendo el imprevisible ascenso de Javier Milei en una realidad.

El anarcocapitalismo es todavía un gran interrogante retórico y político. Pero, de momento, Milei ya supo intuir que el verdadero choque electoral para ocupar la Casa Rosada no se dirimía entre partidos políticos, ni siquiera en el dilema entre democracia y autoritarismo –sobre todo cuando la encuesta del Latinobarómetro ya había constatado que casi el 30% de los latinoamericanos se muestran indiferentes al tipo de régimen político en el que viven, y en Argentina, un 65% de los jóvenes menores de 30 años y de barrios populares de todo el país ya declaraban a finales del 2021 que les parecía que era lo mismo la democracia que cualquier otro sistema de gobierno, y que “a veces es mejor un sistema autoritario que uno democrático”–. Milei estableció que la verdadera confrontación sería entre el liberalismo y el estatismo, entendido de forma amplia, donde cabía casi todo: desde el peronismo y sus ideas de justicia social hasta el kirchnerismo, que había perdido el favor del voto de los jóvenes y las clases populares, empujados por años de frustración y ausencia de futuro.

La oferta libertaria, culturalmente conservadora y antidistributiva de Milei bebe del malestar social contra un estado que ha fallado a sus ciudadanos desde la corrupción, la inflación (del 140%) y unos niveles de pobreza cada vez más generalizados (el 40% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza). Es por eso que la indignación por un deterioro imparable ha pesado más que el salto al vacío de quienes sienten que ya no tienen mucho más que perder y que han votado por un ultraliberal como Milei.

Legitimación electoral. Las elecciones argentinas no dejan de reflejar un clima más amplio en Latinoamérica, e incluso en Europa. La debilidad de las coaliciones de gobierno, inmersas en tensiones internas, y la crisis de representación que ha roto la relación entre gobernantes y gobernados. Milei ha llegado a la presidencia con un partido de nueva creación y sin estructuras de poder en todo el territorio, exactamente como lo hizo Emmanuel Macron en 2017. La retórica de Milei también se llena la boca de "libertad" entendida como un significante vacío que sirve para justificarlo prácticamente todo. Al igual que la extrema derecha europea o el trumpismo estadounidense se declaran los defensores de una libertad que se siente coartada por la defensa de derechos sociales y colectivos.

El éxito de Milei también es consecuencia de la volatilidad del voto y la tendencia a castigar a los oficialismos. Consagra, de nuevo, la fuerza de la imprevisibilidad y el carisma de la ruptura con las formas tradicionales. Es la victoria de la enmienda a la totalidad, como lo fue el Brexit. Pero, como con Trump, la inestabilidad emocional y el aire de ingobernabilidad que le rodea son también parte de la gasolina que puede encender su presidencia. es el golpe definitivo a la crisis de la democracia liberal, agravada por unas desigualdades económicas cada vez más profundas y que ensanchan también la trayectoria del péndulo político que determina los cambios de gobierno en América Latina y que se estira, cada vez más , entre los extremos.

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