Moldavia apuesta por la Unión Europea
Moldavia ha hecho una demostración de resistencia democrática y ahora le toca a la Unión Europea estar a la altura. Las elecciones legislativas del domingo en este territorio minúsculo, pero estratégicamente situado entre Rumanía y Ucrania, dieron la mayoría absoluta a la formación de la presidenta Maia Sandu, del partido Acción y Solidaridad, en una votación que se ha interpretado como una ratificación del camino emprendido hacia la UE, pese a las pruebas documentadas de injerencia, desinformación e intentos de compra.
Ha sido un desafío colosal para esta antigua república soviética, de poco más de dos millones y medio de habitantes, candidata a la Unión desde 2022. Moldavia es una democracia frágil que tiene su destino ligado indefectiblemente a la inestabilidad regional. Por eso la sombra de Georgia, otro país dividido entre quienes miran al oeste, hacia la UE, y quienes miran hacia el norte, hacia Moscú —que ha visto sus negociaciones de adhesión suspendidas desde las elecciones de finales del 2024 y la represión que vino después—, sobrevuela silenciosamente Moldavia.
Con el resultado electoral en la mano, Bruselas ha empezado a mover ficha. El presidente del Consejo Europeo, António Costa, estaría sondeando a los Estados miembros para intentar flexibilizar las normas de las negociaciones con los países candidatos, para aplicar la mayoría cualificada y así poder avanzar más rápido en la apertura de los diferentes capítulos de reformas.
También se empieza a plantear la idea de desvincular la solicitud de adhesión de Moldavia de la de Ucrania, que está paralizada por el veto de Hungría. Sin embargo, a pesar de la necesidad de esquivar la oposición de Viktor Orbán, tanto la Unión Europea como muchas capitales comunitarias son reacias a desvincula las dos candidaturas. Para unos, porque consideran que supondría un duro golpe para la moral de los ucranianos en un contexto en el que la adhesión a la UE se ve como parte de las garantías de seguridad del futuro. Para otros, porque temen que la desvinculación de Moldavia de Ucrania legitimaría el veto de Hungría y debilitaría el mensaje de unidad y apoyo que la UE intenta proyectar en las conversaciones sobre el futuro inmediato de la guerra.
Aunque para los moldavos la principal preocupación no es la geopolítica sino la corrupción, el descontento económico, la inseguridad energética y la frustración con el ritmo de las reformas, la trayectoria pro-UE de Moldavia está cada vez más tensionada por desafíos transnacionales y agendas ideológicas presentes en buena parte del centro y el este del continente.
En marzo del 2025, la oposición presentó un proyecto de ley sobre "agentes extranjeros", que no prosperó, pero que estigmatizaba a las organizaciones de la sociedad civil, al estilo del modelo represivo impuesto en Rusia, Georgia, Kirguizstán o la República Srpska.
En mayo, el alcalde de Chișinau prohibió la celebración de la Marcha del Orgullo anual de la ciudad, una decisión que provocó un conflicto con la jefa del Estado sobre la legalidad de la decisión. A finales de julio, la capital moldava acogió la conferencia Make Europe Great Again (MEGA), que pretendía reunir a figuras de extrema derecha de toda Europa y Estados Unidos, pero las autoridades moldavas bloquearon la entrada de 17 participantes.
Todos estos movimientos reflejan no solo la polarización política sino la amenaza constante sobre los espacios de contestación política. Moldavia es un país donde la desinformación se ha convertido en un problema "endémico", como denunciaba hace tiempo la politóloga del IBEI Elena Simanschi, con campañas de desinformación destinadas a polarizar al electorado, que retratan la integración en la UE como imperialismo, las reformas como dictats exteriores y las instituciones moldavas como organizaciones controladas por poderes extranjeros.
Además, según el Índice de Transformación que publica anualmente la Fundación Bertelsmann, el déficit de confianza institucional es muy alto y alimenta vulnerabilidades que tanto los actores internos como los externos pueden explotar.
Como recordaba la semana pasada la analista Oana Popescu-Zamfir, directora del Centro GlobalFocus de Bucarest, para Chișinau cada paso de la Unión Europea en Moldavia "convierte la aspiración en resiliencia" y hace que el país "sea más difícil de coaccionar y más costoso de desestabilizar" por parte de Moscú. Por lo tanto, si bien el apoyo financiero de la UE está condicionado a que Moldavia lleve a cabo las reformas necesarias para garantizar la buena gobernanza, la lucha contra la corrupción, la independencia judicial, y una administración pública eficiente, es necesario también que Bruselas ponga sobre la mesa el compromiso financiero necesario para ayudar en todos estos compromisos.