Mujeres directivas en el ojo del huracán
El mundo económico necesita a las mujeres directivas para ser más rentable, más rico y más ético, pero ellas todavía no están presentes. Han pasado 30 años desde que leímos esperanzadas el libro de Sally Helgesen La ventaja de ser mujer, uno bestseller dentro del management femenino. La autora defendía con modelos reales que las mujeres aportan un estilo más directo, cercano, cálido y horizontal a las organizaciones. "Nosotros creamos conexiones, no jerarquías. No corremos un maratón sino una carrera de relevos", proclamaba Gloria Steinem. Este nuevo modelo parecía, además, lo que necesitaba la nueva sociedad que se vislumbraba en la década de los noventa, global e interconectada. El impacto sería doble: más mujeres en cargos de decisión e implantación de un mejor estilo de liderazgo ¿Qué queda hoy de esas elevadas expectativas?
Las esforzadas profesionales han navegado contra marea durante todos estos años, superando prejuicios por ser mujeres en lugares impensables, tragándose el miedo y todos los síndromes de impostura que la vida o la educación han colocado en su camino , haciendo malabarismos para conciliar trabajo y vida personal, sorteando el desprecio y el edadismo, oponiendo a los muros cotidianos pasión y conocimiento, habilidades e inteligencia, esfuerzo y empatía. Pero no ha sido suficiente. Las raíces del edificio patriarcal son firmes y profundas y el techo de cristal diamantino. No basta con el deseo, no basta con la voluntad, no es suficiente con la constancia y el valor.
El hecho es que las mujeres merman en puestos de decisión, en vez de avanzar. Un informe de McKinsey de 2023 que analizó a 45 empresas y más de 300.000 personas trabajadoras, concluía que sólo el 6% de las direcciones generales en España son ocupadas por mujeres. Poco después, la consultora Lee Hecht Harrison confirmaba una disminución de mujeres directivas al analizar a más de 500 líderes en España, Francia, Países Bajos, Suiza y Reino Unido. Solo un 24% de cargos directivos son femeninos.
En nuestro país, el Observatorio Mujer, Empresa y Economía de la Cámara de Comercio de Barcelona alertaba el pasado mes de marzo de que el Indicador de Igualdad de Género encontraba una caída importante de directivas: eran un 33% en 2023 respecto al 39 % del año 2000. Afortunadamente, un reciente estudio, también de la Cámara, hace un viraje en positivo y las directivas suben algunas décimas, pero, hoy por hoy, la tendencia general en Europa sigue siendo a la baja.
En cambio, la percepción social es exactamente la contraria. Se considera que el aumento de mujeres en el mundo económico es lineal, en progreso constante, e incluso se cree que las mujeres "se están pasando con sus reivindicaciones", según algunas encuestas. Existe el convencimiento de que la igualdad se ha logrado. Esta curiosa disparidad cognitiva entre el imaginario social y la realidad es uno de los factores a afrontar para cambiar la situación.
La evidencia científica puede aclararnos algunos claroscuros. Existe una visión sesgada, fundamentalmente en los hombres, respecto a la paridad femenina. Si hay un 17% de mujeres en una sala, los varones perciben que al menos la mitad del grupo es femenino. Cuando el número de mujeres alcanza un 33%, los hombres creen que hay más mujeres que hombres en el grupo. Obviamente, tenemos un problema no menor si los hombres perciben constantemente mayor paridad de género de la que realmente existe, en todos los ámbitos sociales.
Y es que la psicología revela que los prejuicios tienen un componente objetivo y otro subjetivo, al que no afectan los datos ni la ciencia. Parte de la sociedad cree que existen muchas mujeres directivas y que, además, son peores líderes, especialmente en épocas de incertidumbre. ¿Cómo revertir ese error de percepción?
Algunas organizaciones como la London School of Economics han mostrado que la llamada gobernanza por empatía que implica liderazgos basados en la colaboración, la cocreación y los cuidados es imprescindible para afrontar las emergencias complejas en las que vivimos inmersos, con una crisis climática, los conflictos bélicos o las pandemias sanitarias. Muchas mujeres la practican porque han sido educadas en estos valores. Pero el autoritarismo avanza y las mujeres retroceden. Sólo en democracia puede florecer la igualdad de las mujeres. Y sólo creando red colectiva se puede diseñar un mapa en el que las mujeres ocupen los lugares que merecen.
Las mujeres profesionales han asumido el grito Deeds, not words –hechos, no palabras– de las sufragistas con su determinación, afanes y sabiduría. Ojalá sea cierto que cada cambio aparenta ser un fracaso cuando va por la mitad. Entonces estarán a un paso de atravesar, con éxito, la zona de peligro, el ojo del huracán.