Trabajadoras domésticas

Cuando era pequeña, en casa había una mujer que hacía trabajos domésticos que se llamaba María. Había venido a Cataluña de un pequeño pueblo de Andalucía siendo muy jovencita, y desde que llegó nunca paró de currar en la fábrica, en casas ajenas y, por supuesto, en su casa. No sabía leer ya veces nos explicaba que lo pasaba mal esperando el autobús porque nunca estaba segura de si cogía el indicado y le daba vergüenza preguntarlo. Era muy cariñosa y muy graciosa explicando facecias de su llegada a Cataluña.

También recuerdo a la Hortensia, muy tímida, apenas le oíamos la voz. Y Mariana, que era una plata viva, espabilada, diligente y con una personalidad muy fuerte. Había huido de su pueblo a Murcia, enamorada de un hombre mucho mayor que ella, y habían vivido unos años en Alemania. Allí sufrió un cáncer de pecho y la operaron. Recordaba que se había sentido completamente desvalida porque no entendía ni una palabra de lo que le decían los médicos.

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Cuando me casé, vino a trabajar a casa Marina, que era de Siberia y había llegado a Catalunya huyendo de un marido maltratador. Vino sola y dejó a sus dos criaturas con su madre. Una vez aquí –y al no encontrar trabajo de maestra, aunque tenía el título– se puso a limpiar domicilios hasta que reunió el dinero necesario para hacer venir a los niños. Me contaba que, cuando salía de trabajar, paseaba por las calles y se maravillaba de poder detenerse en los escaparates y entretenerse con cualquier cosa sin tener que sufrir. Es una libertad que no cambiaría por nada, decía.

Luego vino Lola, más andaluza que Blanca Paloma, que vivió con nosotros la agitación del año 2017 y que aseguraba que ella, pensando en sus nietos, votaría “a los de la estrella”.

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Las mujeres que se dedican a trabajos domésticos son personas que entran en las casas y observan el mundo interior de una familia, a veces hasta formar parte de ellas. La mayoría son mujeres que tienen una historia de dificultades y coraje que cuentan como quien no quiere la cosa, mientras hacen los cristales o barren.

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La escritora húngara Magda Szabó escribió una novela que transforma esta realidad doméstica y cotidiana en gran literatura. En La puerta (La Segunda Periferia) se narra la relación extravagante e intensa de una escritora de éxito y su esposa de realizar trabajos misteriosos, ariscos, extremadamente generosos, valientes y muy tozudos.

La estimación entre esta mujer, Emerenc, que desprecia el trabajo intelectual, y la escritora para quien trabaja es apasionante. Las contradicciones, las interdependencias, la fidelidad. La puerta es una obra excelente y Magda Szabó una autora que valía mucho la pena conocer, así que gracias a La Segunda Periferia, que ya había traducido hace tiempo su novela Abigail.