Todo el mundo sabe por qué gana gente como Milei

Con la victoria de Javier Milei en Argentina ocurre como con el cambio climático: todo el mundo sabe por qué ganan, pero nadie quiere hacer lo necesario para evitarlo, porque supondría enfrentarse a un cambio a fondo del sistema. Y francamente, ahora estamos en otra, que ya viene el Black Friday y después el puente, y sin darnos cuenta ya será Navidad.

Me ha hecho pensar una lectora del ARA que me escribe: “Delante mismo de mi casa, cada noche duermen un par de personas. Durante el día esconden las mantas entre los arbustos del parterre. Uno tiene una carretilla de supermercado con sus cosas y la deja todo el día delante del banco que les hace de cama. Ambos desaparecen por la mañana y vuelven cuando anochece. No parecen ser amigos. Quizás ni se hablan”.

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Y volví a pensar en ello anoche, durante la presentación de la Fundació Viqui Molins, la monja teresiana que con 87 años sigue repartiendo abrazos alegres a aquellos a los que nadie abraza y que se dejan caer por Santa Anna, en Barcelona, donde empezaron dando una cena caliente y después empezaron a facilitar asistencia médica, papeles o la búsqueda de trabajos o pisos de emergencia. Ahora los esfuerzos de Viqui toman forma de fundación para que en el futuro no dependan de la voluntad de un párroco o de un obispo.

El trabajo de las fundaciones, de iniciativas como el Gran Recapte d'Aliments o el redondeo solidario cuando pasamos la tarjeta en el cajero del supermercado... Todo esto está muy bien, pero en el mejor de los casos son paliativos de una pobreza estructural que tensiona servicios de sanidad, educación o servicios sociales y que va a más. Vivir en la calle es un extremo, pero viene después de vivir en precario, algo que ya afecta a demasiada gente. Si las democracias no se espabilan en garantizar los derechos sociales de las personas, el voto desesperado a candidatos como Milei se irá extendiendo.