Un palestino con sus pertenencias en medio de las ruinas de Ciudad de Gaza.
30/09/2025
2 min

"Después vinieron días de masacre orgiástica. Judíos de toda la región, familias en carretas, mujeres empujando a sus hijos en cochecitos, trenes llenos de judíos, columnas de judíos a pie eran arrastrados hacia la ciudad, por cientos, por miles, y eran masacrados en todas partes, en las calles, en los campos. vivos–. Los disparaban, disparaban, vi a un oficial alemán que se acercaba y observaba a una niña bonita de trece años que acababan de bajar de un tren. Mordecai Striegler, judío polaco, fugitivo de diversos campos y guetos, explicaba al periodista estadounidense Meyer Levin episodios de su vida y supervivencia, un día de abril de 1945 en Buchenwald.

Meyer Levin lo escribió con todas las letras: "Lo sabíamos. El mundo había oído hablar de ello, vagamente. Pero hasta ahora, ninguno de nosotros lo había visto. Incluso aquella mañana nos podíamos imaginar que veríamos esto. Era como si finalmente hubiéramos penetrado hasta el corazón más negro, en el núcleo viscoso". Eran los campos de concentración y exterminio nazis, en Europa, en 1945.

Desde el otoño del 2023 hemos ido viendo, cada día de cada día, el "núcleo viscoso de un corazón viciado", ese espacio que, ya hace tiempo, fue calificado como el mayor campo de concentración al aire libre de Oriente Próximo (y también de Europa), que era Gaza. El "corazón viciado", naturalmente, es el de los dirigentes israelíes que han llevado a cabo una venganza brutal como respuesta a un ataque terrorista de dimensiones desconocidas hasta el 7 de octubre del 2023. El "núcleo viscoso" del "corazón viciado" no es exactamente Gaza, es lo que el gobierno israelí, sus quieren que sea Gaza.

Las imágenes son potentes; los testigos, también. Basta con volver a las fotografías de Éric Schwab en Buchenwald, en blanco y negro, y las de los fotógrafos que han reportado gráficamente las muertes de hambre e inanición, en color, en la Franja de Gaza; ponerlas de lado y mirarlas con cuidado. Los judíos que empujaban cochecitos por carreteras controladas por las SS y los soldados alemanes se proyectan en las imágenes de las corruas de palestinos yendo arriba y abajo del territorio, mientras la infantería y la aviación israelí (y sus auxiliares sobre el terreno, mercenarios estadounidenses, por ejemplo) les presionan.

En 1973, el monje de Montserrat y teólogo Evangelista Vilanova escribía: "No hay salida: Auschwitz simboliza una época oscura". Ahora es Gaza la que simboliza esa oscuridad de nuestros tiempos; ha vuelto la gran discusión sobre qué está ahí, en ese territorio castigado: ¿un genocidio? ¿Crímenes contra la humanidad? ¿Crímenes de guerra? Pero nadie cita a Raphael Lemkin, el jurista que intentó definir un crimen nuevo en 1945: el genocidio, la destrucción sistemática, organizada, consciente, de un grupo nacional, un colectivo perfectamente identificable en su distinta naturaleza. Debemos ser justos con aquellas personas que intentaron iluminar el "núcleo viscoso de un corazón viciado" en 1945, porque ahora, en el 2025, lo hemos reencontrado cerca de casa, cuando pensábamos que no volveríamos a verlo en una geografía como la palestina y ejecutado por unos verdugos, ¡ejecutado por unos verdugos! He aquí la gran paradoja de la historia y de nuestro presente. Meyer Levin no sabría porvenir.

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