Ocho horas después

Leo con estupor que la alerta del sistema Es-Alert, el sistema de aviso masivo a los móviles de la población valenciana, llegó cuando barrancos y ríos ya estaban desbordados en varios municipios. En algunos municipios, ocho horas después.

En estos momentos todavía hay desaparecidos y se está enterrando a fallecidos. Ya habrá momento de depurar responsabilidades. Pero tendrá que hacerse.

España no es un país en vías de desarrollo. Es un país desarrollado, avanzado, con sistemas modernos de detección de riesgos y eventuales catástrofes naturales. Tenemos recursos públicos más que suficientes para que estas cosas no sucedan. Pero los políticos hace tiempo que están a otras cosas. A sus guerras personales y de poder. La gestión de lo público en las altas esferas no existe. Se gestiona la supervivencia, el ataque y la defensa del partido político. Se gobierna a espaldas de lo que verdaderamente significa ser un servidor público. Esto ya sucedió en la Antigua Roma y en todas aquellas civilizaciones donde las instituciones adquirieron tal número y dimensión que los gobernantes llegaron a pensar que funcionaban solas.

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Y no.

Las instituciones no van solas, al igual que un coche autónomo se acaba estrellando si un conductor, humano, no supervisa y coteja que lo que hace el vehículo es lo apropiado, lo seguro y lo que le conviene al resto de la circulación y peatones.

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Gobernar no es mandar. Ni debatir. Ni atender a los medios dando entrevistas y ruedas de prensa. Gobernar es sentarse a una mesa y poner el doscientos por cien de la atención en cómo está tu población, qué necesita, qué le falta y a qué riesgos está sometida.

Es inaceptable y produce verdadero miedo y preocupación que un temporal de este calibre y capacidad aniquiladora pillara a toda Valencia haciendo vida normal. Padres y madres recogiendo a niños en escuelas. Jubilados y pensionistas en sus residencias sin ningún tipo de protección. Trabajadores en sus puestos de trabajo, en la obra, en el taxi, en el camión, en la calle…

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Todos cumpliendo sus obligaciones mientras los que todos ellos esperan que estén cumpliendo las suyas para protegerlos incurren en la más grave y absoluta negligencia.

Decenas y decenas de muertos, miles de heridos, y daños incalculables en vehículos y propiedades que podían haberse evitado.