Una opa torpe

Se termina un intento de fusión marcada por su elevada hostilidad. Como ciudadanos debemos alegrarnos que no haya servido para aumentar la concentración bancaria del país. Accionistas y empleados de unos y otros no creo que tengan que pensar necesariamente igual. BBVA, un gran banco, ha visto erosionada su estrategia y la credibilidad de su dirección a medio plazo. Justo lo contrario que el Sabadell: enhorabuena a sus gestores, pero se les vuelve trabajo muy complejo y desde ahora mismo. Al accionista le ocurrirá lo contrario: pese al éxito del Sabadell, es previsible que, a corto plazo, la cotización sufra. Cae sobre su valor un precio inflado por la misma expectativa de opa y un reparto extraordinario de dividendos que no debe descapitalizar el banco.

También lo que pueda hacer su accionista díscolo mexicano que, al igual que otros accionistas del Sabadell, puede querer vender sus acciones, ahora que la cotización es alta. Y eso mismo para algún otro fondo que esperaba mejor precio en la segunda opa y que ahora baje del carro antes de que la cotización pueda ir a peor.

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Por el contrario, el accionista del BBVA, a corto plazo, verá incrementada la cotización de la acción, tanto por la gran liquidez que el BBVA tenía preparada para la compra como por el interés de sus gestores por congraciarse con los accionistas. Gestores versus accionistas, el corto plazo versus el largo plazo, la sostenibilidad versus la solvencia: estirando a los vectores afectados, nada por alegrarse en exceso, tanto para unos como para otros, de una opa que ha durado mucho ha mostrado caras feas de la batalla hostil (anuncios, declaraciones de medias verdades).

¿Qué ha ocurrido en la realidad, cuando un 90% de analistas, horas antes del anuncio, todavía pensaban que la opa salía adelante? Vista la composición accionarial, son los fondos institucionales, que pesan un 35% de los votos, los que posiblemente han traicionado al BBVA, pese a las complicidades que el presidente del BBVA había asegurado abiertamente que garantizaban su compromiso. Es probable que ni la mitad haya concurrido a la operación. La sospecha es que han dado por sentado que se llegaría al 30% sin que fuera necesaria su aportación. Un dilema de prisionero en estado puro. Estos fondos pueden haber pensado que la opa era buena, pero que, a efectos de asegurarla, era mejor que fuera algún otro fondo del grupo de institucionales el que hiciera el esfuerzo, y llegar después ellos, plenipotenciados, a la segunda opa, y realizar unos céntimos adicionales de plusvalía. Y uno por otro –que el coste lo asuma otro mientras yo maximizo mi expectativa de beneficios– el umbral para la segunda opa no se ha alcanzado. ¡Ay, la codicia!

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En efecto, en la quiniela de lo que podía ocurrir, descontada la negativa de la mayoría de los pequeños accionistas, y dos accionistas relevantes claros y confesos, uno a favor y uno en contra de la OPA, y dando por buena la pasividad del 50% de los fondos indexados y otros, han tenido que ser los institucionales los que han fallado al señor Torre. Y yendo a lo suyo, lesionaron su probable interés.

A estas alturas, el señor González-Bueno tiene una gran labor por delante. El señor Oliu merece el respeto de un buen banquero que, dada la hostilidad, con el apoyo de su secretaría jurídica, ha sabido jugar la partida de David contra Goliat, y seguro querrá un descanso. Y los accionistas necesitarán paciencia y, ahora sí, evidenciar que no era un tema de precio sino de valor por la estima de la contribución financiera del Banc Sabadell a la economía del país.

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Del señor Torres, sólo diré que se equivocó. Es lo que en tenis se llama un error no forzado: dio pistas sobre una segunda opa, y aunque dijera después no mejoraría su precio, los accionistas no le creyeron; ya antes había dicho lo mismo de la primera opa y no lo había cumplido. Su junta de accionistas, pasada la tormenta, dictará sentencia ya por los daños reputacionales generados. Y quien seguro que ha respirado, y mucho, es la CNMV, que en caso de que la opa hubiera continuado habría tenido que calcular un imposible: ¡un precio justo (equitativo!) para la segunda opa. También respira el gobierno español, que se ha ahorrado así más recursos legales sobre temas de custodia que la propia Unión Europea había cuestionado.

En resumen. El éxito inesperado del Sabadell (ni sus directivos lo esperaban) se debe básicamente a los errores del BBVA ya la estrategia seguida por los fondos institucionales, que yendo a la suya se han disparado un disparo al pie. Larga vida pues en el Sabadell. Ahora toca hacer las cosas bien, sin el tapón que durante año y medio ha impuesto una hostilidad suficientemente manifiesta de quien dentro de la oligarquía bancaria era tenido como colega.