Los 'outs' de Rafael Nadal
En la entrevista que le hizo Ana Pastor, el tenista Rafael Nadal rechazó todas las pelotas sobre igualdad y su decisión de convertirse en embajador de Arabia Saudí para este deporte. A cinco sets habría sido un triple 6-0. Explica que no fue la ganancia económica la que lo movió a aceptar ser imagen de una dictadura teocrática que vulnera sistemáticamente los derechos más fundamentales, que su objetivo no es blanquear al régimen sino contribuir a mejorar la salud de los saudíes. Pues o bien los espectadores somos unos crédulos y nos tragamos este globo viendo cómo la pelota nos sobrepasa y entra o son los saudíes los que le han colocado una buena bola a contrapié que Nadal ni ha visto pasar. Esta segunda posibilidad es poco verosímil para alguien que se ha pasado la vida viajando por el mundo y asegura que se informó antes de aceptar la propuesta. Que incluso visitó el país. Pues no sé qué es peor, si equivocarse por ignorancia o hacerlo con conocimiento de causa. Ahora bien, habría que saber dónde miró el tenista cuando dio una vuelta por el paraíso del petróleo. Dudo mucho de que tuviera acceso a las mujeres o que intercambiara una sola palabra con alguna de las muchas inmigrantes que trabajan en el servicio doméstico en condiciones de esclavitud. No creo que consultara las leyes que obligan a todos los ciudadanos a seguir un islam fundamentalista y radical. Si Rafael Nadal conoce bien todo este panorama y aún así se ha vendido al poder saudí, su decisión es aún más ignominiosa.
Los regímenes dictatoriales en el mundo, los que tienen dinero, se ven apuntalados por hombres como el tenista. Él no es, ni mucho menos, un caso aislado: a las feministas siempre nos sorprende que los hombres occidentales educados, en principio, en una cultura igualitaria no tarden ni dos segundos en adaptarse a las sociedades en las que las mujeres son ciudadanas de segunda. Si el objetivo de Navidad es el tenis, ¿por qué le pedimos que defienda su propia cultura, la democrática, ante un poder económico manchado de sangre y sufrimiento? Él lo único que quiere es contribuir al progreso de los saudíes con su escuela. Lástima que Jamal Khashoggi, que acabó descuartizado por el régimen con el que se ha aliado el mallorquín, no pueda gozar de esta gran oportunidad de mejorar su drive. Y que las mujeres que viven en una perpetua reclusión, dentro de las casas o enfundadas en la cárcel móvil del paño negro que impone la ley, no puedan descubrir las virtudes de la libertad sobre la pista. Qué pena que ni los encarcelados por publicar un tuit o un vídeo, ni los periodistas perseguidos por hacer su trabajo, ni los homosexuales bien metidos dentro de sus armarios, ni los trabajadores esclavizados puedan beneficiarse de las buenas intenciones del de Manacor.
"No voy a trabajar a Arabia Saudí de manera que no me sienta cómodo", dice Nadal, y añade que es partidario de la igualdad. Teniendo en cuenta su idea de igualdad, que te la tienes que ganar y no te la pueden regalar, seguro que no sufrirá ningún choque cultural. Las profesionales del deporte femenino que cobran una miseria será que no se han esforzado lo suficiente. Hace unos años el tenista defendía ya que los premios para hombres deben ser más sustanciosos porque su juego es más espectacular. Como les ocurre a tantos otros, Nadal no es consciente del androcentrismo hegemónico que condiciona su percepción y su mirada estrábica no le permite captar la discriminación sistémica que tiene ante sus narices. Me da miedo que esta misma visión la exporte al Golfo, donde, además, nadie le hará preguntas sobre feminismo. Que se quede. Y que se vayan todos los inadaptados que no aceptan los valores de la democracia, que emigren al feudalismo liberticida que tanto defienden y que se lo confiten, que aquí seguiremos avanzando.