Los partidos ante el espejito mágico
En cada elección los partidos se miran en el espejito mágico. El PSC estrena vestido por primera vez en 44 años: ha ganado en votos y en escaños unas elecciones al Parlament. Illa es amigo personal de Sánchez, que también se mira en el espejo y piensa que el éxito en Catalunya también es suyo, gracias a haber corrido los riesgos de los indultos y la amnistía en un cálculo para mantenerse en la Moncloa. Pero el precio de los indultos y de la amnistía no será nada comparado con el de una mejora real del sistema de financiación, que es lo que Illa debe buscar por el bien del país y si quiere acabar con el independentismo por una buena temporada. Con una “colaboración ambiciosa”, Illa no tendrá suficiente, como recuerdan los casos de Maragall y Montilla.
El independentismo ha envejecido mal, en buena parte porque ha recogido lo sembrado. Si la mayoría del 52% ha sido inútil, ¿cuál era el incentivo para volver a alcanzarla? Una cosa es no tener unidad estratégica y la otra es la aversión mutua que daña la confianza.
Cuando Junts se mira en el espejo solo ve a Puigdemont. Junts vive de la fuerza de un presidente en el exilio que también podría escribir un manual de resistencia pero que, según vaya, puede estar quemando los últimos cartuchos.
El president Aragonès se va, y eso le honra, porque ha pagado su parte de la factura, la de un Govern con demasiadas conselleries que no ha llegado al cinco y una presidencia tan ordenada como nada animada. Pero cuando a un partido le va mal en todas las elecciones, la mayor factura corresponde a quien tiene el mayor poder. Ser de izquierdas, republicano e independentista no equivale automáticamente a tener la razón y, a base de mirarse en el espejo con una mirada autosatisfecha, Esquerra ha perdido conexión con la sociedad.