Pasar página del espíritu de revancha
La previsible negativa del PSOE a considerar la vía de la amnistía no quita sentido a la iniciativa que este martes llevaron al Congreso los partidos independentistas catalanes, a iniciativa de Òmnium Cultural. Al contrario. Insistir y escenificar en Madrid esta posibilidad de distensión efectiva es un gesto cívico y político necesario, tanto de cara a la sociedad catalana como a la opinión pública internacional. En Catalunya, el menguante núcleo duro de la derecha unionista se queda muy solo en la defensa del castigo represivo a presos, exiliados y a los miles de afectados por las diversas causas judiciales en curso. Entre los votantes socialistas prevalece otro sentimiento. La voluntad de distensión es ampliamente compartida más allá del independentismo. Más que pasar página, como defendió en campaña el candidato socialista Salvador Illa, lo que quiere el grueso de la población es dar una oportunidad al diálogo real. Lo que quiere la gran mayoría de catalanes es pasar página al espíritu de revancha, a la dualidad entre vencedores y vencidos. Lo que quiere la gente es, en definitiva, que vuelva la política, y que vuelva sin caer en la ingenuidad de soluciones mágicas por ningún lado. A base de jugadas maestras el independentismo aleja a mucha gente y desactiva simpatías. Y viceversa: a base de represión judicial, el independentismo no desaparecerá, más bien se refuerza. Esto es lo que más pronto que tarde tendría que comprender el PSOE, y tener la valentía de actuar en consecuencia.
No estamos, sin embargo, en este escenario. A pesar de la coalición con Podemos, Pedro Sánchez no se mueve con Catalunya. Sigue enrocado al lado, en este caso, de PP, Vox y Cs. Ahora habrá que ver qué efecto tiene la salida de Pablo Iglesias del gobierno español. De entrada no parece que tenga que propiciar ningún cambio en este sentido. De hecho, la fuerte inestabilidad en la que se ha instalado la política española aleja una hipotética salida al problema catalán. Las polarizadas elecciones en la Comunidad de Madrid hacen ahora más difícil que en la Moncloa quieran dar algún paso adelante que suponga asumir la realidad catalana, la realidad de un problema que, a costa de ignorarlo, no ha dejado de hacer notar su ola expansiva en la capital del Estado. En todo caso, ante esta probable alargada parálisis, el futuro gobierno catalán, si finalmente se forma con ERC y JxCat, y el bloque soberanista en su conjunto, que cuanto más amplio sea mejor, tendrían que mantener la apuesta liderada por Òmnium por la amnistía, pero sin renunciar a ninguna otra vía de distensión que permita un día dejar en segundo plano la judicialización y que sirva para volver a poner la política en primer plano. Un movimiento democrático como el independentista nunca tiene que tener miedo de jugar en el terreno de las urnas y de la política, a pesar de la dureza del nacionalismo de estado español. Con Cs en un proceso de descomposición imprevisible, el PSOE tiene ahora menos margen de maniobra. Los diputados de los grupos catalanes en el Congreso, pues, tendrán que usar coordinadamente su decisiva fuerza en los próximos meses, tanto para cuestiones de gobernabilidad crucial (fondos europeos o competencias) como para denunciar la represión y para llevar a Pedro Sánchez al terreno de la negociación.