La política y la nada

Ocurrió hace apenas veinte años, el 19 de enero del 2004, y es uno de los acontecimientos intelectualmente más relevantes de lo que llevamos de siglo XXI. El encuentro entre Jürgen Habermas y Joseph Ratzinger se produjo en la Academia Católica de Baviera en Múnic y tenía como objetivo discutir "las bases morales prepolíticas del estado liberal". No estamos precisamente ante un tema cualquiera, sino quizás de la cuestión de nuestros días: bajo la vorágine de la política de partidos, bajo las estructuras de la democracia, bajo las inercias de las instituciones... ¿hay realmente algo? Apenas veinte años después, el sociólogo Emmanuel Todd –el que predijo en 1976 con pelos y señales la caída de la URSS– dice que, al menos en Occidente, solo quedan conceptos zombies, grandes vacíos. Es decir, nihilismo. Lo cuenta en un libro que publicó Gallimard el pasado diciembre, y que creo que todavía no se ha traducido: La défaite de l'Occident. Después regresaremos a ello.

El acto protagonizado por Ratzinger y Habermas hace veinte años no fue solemne y formal, aunque ambos ponentes eran conscientes de que se trataba de un encuentro histórico. Poco tiempo después, el 19 de abril de 2005, el prestigioso teólogo pasó a ser el papa Benedicto XVI. Retrospectivamente, esto cambió la naturaleza del debate, algo que no tiene mucho sentido. Los sectores más recalcitrantes del catolicismo reprocharon a Ratzinger una supuesta asunción acomodaticia del liberalismo moderno, origen de todos los males, mientras que los sectores más recalcitrantes del progresismo objetaron a Habermas la participación en un diálogo que "normalizaba" intelectualmente a la Iglesia. Sobre la mesa, dos cuestiones: la fundamentación de los valores de la democracia liberal y de los derechos humanos (¿pueden tener una base solo secular?), así como la naturaleza de la verdad (en un contexto político, ¿se puede llegar a ella a través de un consenso argumental?). Son importantes las fotos que trascendieron de ese acto. Muestran a dos personas conversando distendidamente en un ámbito más parroquial que académico. Supongo que esta distensión también resultó decepcionante, en la medida en que sugería la existencia de un espacio compartido de discrepancia –lo que forma parte, justamente, de las “bases morales prepolíticas del estado liberal”.

Cargando
No hay anuncios

Hace un par de meses se conmemoró el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). En ese momento, en 1948, “las bases morales prepolíticas del estado liberal” estaban bastante más claras: se trataba, por un lado, de no olvidar los horribles estragos de los totalitarismos de derechas, pero también de no perder de vista la inmensa prisión de los países donde se impuso el llamado "socialismo real" (Stalin todavía estaba vivo. La URSS, por cierto, no votó sí a la DUDH: se abstuvo). El espíritu de la Declaración reunía –disculpen la inevitable simplificación– el liberalismo de matriz anglosajona, el republicanismo francés y la democracia cristiana. Es decir, y siguiendo el mismo orden, Libertad, Igualdad y Fraternidad. De hecho, en el mismo inicio del preámbulo de la Declaración aparecen los tres conceptos: "Considerando que el reconocimiento de la dignidad inherente y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana es el fundamento de la libertad, la justicia y la paz en el mundo...". Por lo tanto, estamos hablando de unas bases éticas profundas que debían otorgar a la política un fundamento sólido y claro.

Pues bien, en La défaite de l'Occident, Emmanuel Todd muestra cómo en Europa y en Estados Unidos todos estos valores se han transformado en conceptos zombi que generan políticas erráticas. Cuando las cosas van mal dadas, como en el caso de la invasión de Ucrania o Gaza, las contradicciones afloran sin remedio. ¿Por qué, según Todd, el mundo no occidental se ha alineado claramente con Putin? Pues porque en él perciben una defensa de valores en los que todavía creen, y que giran en torno a las estructuras familiares tradicionales (no olvidemos que Todd es demógrafo). Todo esto es discutible, obviamente, pero las pruebas aportadas al estudio, muy bien visualizables en forma de mapas, son abrumadoras. Lo que para muchos occidentales representa un avance histórico (las políticas de discriminación positiva hacia la mujer, el matrimonio homosexual, etc.), para más de medio mundo sugieren un paso en falso. Muchos occidentales también lo están repensando, y por eso la victoria de Trump, entre otros, es casi segura. Hace veinte años, el 19 de enero de 2004, hubo un debate sobre "las bases morales prepolíticas del estado liberal". Yo creo que convendría volver a él en vez de hablar de banalidades.