La era posdemocrática
La abrumadora victoria de Trump en Estados Unidos es una señal que no se puede minimizar si no queremos vivir otro momento catastrófico de la historia. Seguro que algunos encontrarán demagógica la comparación, pero el 30 de enero de 1933 el presidente alemán Paul von Hindenburg nombró canciller a Hitler, que había terminado primero en las elecciones, con la complicidad de los políticos conservadores, que argumentaban que ellos podrían controlarlo. Y todoos sabemos lo que ocurrió. El momento histórico es otro. El exterminio no está en el horizonte, pero Trump es una amenaza para la democracia y para el sistema de libertades, y no podemos dormirnos. La derecha americana, el Partido Republicano, se ha entregado a él sin un ápice de resistencia. The Washington Post y Los Angeles Times prohibieron que los diarios apoyaran la candidatura de Kamala Harris.
Las extremas derechas europeas no han reprimido su entusiasmo (y es lógico: ha llegado su momento). Y veremos cómo los partidos conservadores se ponen en fila, uno tras otro, a las órdenes de Trump, que presume, sin ningún complejo, de la ocupación de las instituciones del estado: poder legislativo, poder ejecutivo y poder judicial a sus órdenes. Con cuatro años por delante, el nihilismo trumpiano tiene recorrido. Y que nadie se haga fantasías, porque si Trump no llegara a completar el mandato estaría el vicepresidente Vance, que está unos pasos más cerca todavía de la fabulación totalitaria.
Si buscamos razones para el optimismo, tenemos que confiar en que la parte de la sociedad americana que hoy está devastada recuperará la voz y el empuje para hacerle frente. Y que una parte de los ciudadanos que han votado a Trump tomarán pronto conciencia de la catástrofe. Pero existe una cuestión de fondo que complica la situación. Desde 2008 estamos en plena transición del capitalismo industrial hacia el capitalismo financiero y digital, que deja atrás una sensible distancia entre poder político y poder económico, que el esquema derecha/izquierda ordenaba en las democracias liberales. Esta transición viene marcada por dos cambios sustanciales: la concentración del poder en pocas manos –con capacidad de ejercicio transnacional– y la transformación del sistema comunicacional, con la prensa escrita, la radio y la televisión, acorralado por el nuevo espacio digital, donde las lógicas de lo verdadero y lo falso están absolutamente trastornadas, lo que hace posible que cualquier disparate se convierta en verdad absoluta. Un poder comunicacional en manos de personajes todopoderosos que han pasado sin escrúpulo de la discreción de la alta burguesía tradicional al exhibicionismo y la pérdida de toda forma de contención. En este contexto, que las payasadas de Trump no nos hagan perder de vista los numeritos y contorsiones públicas de quien probablemente sea el verdadero autor del guion de ocupación del estado que está trastornando las democracias desde la crisis de 2008: Elon Musk.