El posible póquer de Junts

1. El último barómetro del CEO indicaba que el PSC de Salvador Illa volvería a ganar las elecciones con los mismos escaños que ahora le permiten realizar la vivo, en minoría. El titular más llamativo era la subida que haría la extrema derecha. Vox estaría cerca de alcanzar al PP en el Parlament y, por otra parte, el ascenso de Aliança Catalana iría, prácticamente, al mismo nivel que el descenso de Junts. Con Puigdemont de cabeza de cartel logró sacar a 35 diputados a las elecciones del año pasado, cuando la sequía se señalaba como el principal problema de la población. Hoy el CEO le da un máximo de 30 escaños, pese a mantenerse como segunda fuerza. Catalunya necesita un partido de centroderecha fuerte, que sea valiente y que sea votable sin tener que coger la papeleta a escondidas. Mejor dicho, hay un puñado de cientos de miles de catalanes que necesitan un partido con voluntad de gobernar, que interprete al país cómo lo entienden ellos. Bandera, bolsillo y bienestar.

2. El análisis de los resultados del CEO indicaba estos perversos vasos comunicantes que, con la inmigración en el centro de todos los debates, daban al partido de Sílvia Orriols lo que sacaba a los de Puigdemont. Ciertamente, Junts no ha tropezado todavía el punto justo del relato. No se atreve a decir cosas políticamente incorrectas pero sabe que si no habla suficientemente claro de esta gestión tan complicada se le escogen miles de votos. Ese vuelo y luto, estas políticas dejadas, le hacen perder pistonada. Pero hay muchos otros puntos en los que Junts podría posicionarse en un espacio donde, en estos momentos, no hay otro partido catalanista/nacionalista/independentista que se sitúe. Lo está haciendo con la oposición a la reducción de la jornada laboral, pero en cambio no está claro con la fiscalidad –impuestos de patrimonio y de sucesiones, que son una sangría para muchos de los que votaban Jordi Pujol a pies juntillas–. En los discursos sobre vivienda y sobre la ampliación del aeropuerto, por ejemplo, encontraríamos mensajes contradictorios, con demasiado cálculo y poca firmeza. Con un rumbo claro, con políticas decididas y sin complejos, quizás lograría recuperar votantes que fue perdiendo en el camino.

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3. Una vez Junts sepa cómo quiere jugar el partido, habría que ver con qué alineación. ¿A quién quiere de candidato a la presidencia de la Generalitat? Carles Puigdemont, como no puede ser de otra forma, tiene otra preocupación: hacer efectiva la amnistía y poder volver a casa. Jordi Turull, al frente del partido, ha tenido que tragar tantos sapos que quizás llegaría desgastado a otro reto gigantesco. Josep Rull, como presidente del Parlament, lo está aprovechando para mostrar su talante más amable y empático, sin saber si esto es una virtud o defecto para ser el mejor candidato posible. Míriam Nogueras se ha hecho un nombre en Madrid. Planta cara, dice las cosas sin tapujos y, pese a algún exceso verbal, su populismo goloso gusta a la propia parroquia. El póquer lo completa Antoni Castellà. El hombre que siempre está ahí, que empezó en Unió, que acudió a las listas de Esquerra, que sustituyó a Laura Borràs como diputado y que ya es vicepresidente de Junts. Si yo fuera novelista, me olería que este personaje todavía vivirá algún capítulo importante.

4. ¿Y en el Ayuntamiento de Barcelona? Faltan dos años para las elecciones municipales y, a la hora de enseñar a un candidato, parece que lo más caliente está en el fregadero. Juntos hace ya diez años que dejó la alcaldía de Barcelona. Xavier Trias volvió a ganar las elecciones en el 2023, pero tener más concejales que nadie (11) le sirvió para recuperar la alcaldía. La extraña pinza de última hora entre PSC, Comuns y PP, ordenada desde Madrid, dejó a Trias con un palmo de nariz y con una rabieta histórica. De aquél que "os bombin a todos" han pasado dos años. Juntos no puede distraerse, más, en el camino de la irrelevancia consistorial.