El PP y el catalán, ninguna sorpresa

A muchos les ha causado estupor que el Partido Popular haya maniobrado para impedir la oficialidad del catalán en las instituciones europeas: es la lengua de muchos de sus dirigentes, se exclaman. El propio Feijóo es hablando de gallego, apuntan. Y se preguntan: ¿cómo es posible que alguien vote en contra del reconocimiento de su propia lengua?

Son reflexiones razonables, pero quienes las formulan quizás no se han fijado demasiado en la política lingüística del PP a lo largo de su historia, tanto cuando gobierna como cuando está en la oposición. Tampoco deben fijarse en cómo se comporta el PP con el catalán en las comunidades que lo tienen como lengua propia. Dos noticias de hoy mismo: en Baleares, el gobierno del PP, con el apoyo de Vox, aprovecha un decreto sobre vivienda para blindar la eliminación del catalán como requisito en la sanidad pública (llevan unos días repitiendo, mintiendo, que el Tribunal Constitucional les ha dado la razón en esta cuestión). El decreto de vivienda, dicho sea de paso, es también una medida que favorece la especulación y la destrucción al por mayor del territorio. En la Comunidad Valenciana, el infame Mazón aprueba sus presupuestos de la mano de Vox: son unos presupuestos de la vergüenza, que incluyen, entre otras cosas, un recorte drástico de recursos para el valenciano y la Academia Valenciana de la Lengua. "Lo que queremos es el estrangulamiento hasta la muerte de la Academia Valenciana de la Lengua", ha declarado un troglodita de la extrema derecha. Pues aquí lo tiene.

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La presidenta de Baleares, Marga Prohens, es catalanohablante y se expresa en catalán con fluidez, casi con corrección. Mazón también, y muchos de los dirigentes del PP isleño y valenciano. Si se les pregunta si odian el catalán o tienen nada en contra, responderán con rotundidad que no, de ninguna manera. Pero esto no les impide hacer políticas que buscan el arrinconamiento, la subordinación y finalmente la desaparición del catalán del espacio público: el estrangulamiento hasta la muerte, por decirlo en el lenguaje florecido del patriota de Vox. Es lo que ha hecho el PP siempre: tiene ahora la excusa de la necesidad de hacer concesiones a Vox (una necesidad también falsa, porque el PP podría llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas para dejar fuera a la extrema derecha de la gobernanza). Pero Vox, además de haberse convertido en una excusa de mal pagador, es también la competencia directa del PP dentro del mismo espacio político, el de la derecha ultranacionalista. La mayoría de las veces, Vox no hace más que emitir en público las opiniones que la gente del PP comparte en privado. No las agrava: son las mismas. Por convicción, por cálculo político o por autoodio puro y simple.

El PP es el partido que nació directamente de la herencia ideológica del franquismo, y por tanto es frontalmente contrario a la diversidad lingüística, que entiende literalmente como un ataque contra la unidad de España. Olvidar esto (o pretender, como hace la derecha, que el PP nos distrae del verdadero enemigo sibilino de la izquierda española), por descuido o por intereses, es un problema porque nos obliga a tener que volver a empezar cada vez la discusión desde el principio.