El mismo presidente para el mismo país

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Pedro Sánchez durante el debate de Investidura

"España no se romperá", dice Sánchez. Ya está rota. Desde hace tiempo. De muertos en las cunetas. Pero están tan obsesionados con la unidad que no pueden ver nada más. Quizá sea porque cuando se tienen que poner represores se unen mucho. Unos y otros. Pero cuando tienen que gobernar los que se autodenominan progresistas, necesitan a los separatistas, los que quieren romper España. Entonces se habla de dejar atrás unos años en los que no era necesario hacer política con Catalunya, solo enviar a policías y jueces. Ahora toca hacer política por necesidad de votos. No por el gusto de hacerla. Y concesiones, claro. Unos y otros. Es lo más parecido a una democracia, pero, viniendo de dónde venimos, se sirve el drama y siempre estamos listos para hablar de alevosía y de infamia. Unos y otros. Si no fuera que es así como gira el mundo, haría mucha más gracia.

La derecha no sabe a quién cita, si a Machado o a Serrano, y la ultraderecha tilda de nazis a los socialistas, seguramente porque se han hecho un lío con el nacionalsocialismo, ellos que son más cercanos al nacionalcatolicismo. Feijóo dice que no será presidente porque él no vende a España. Hay una tendencia a tratarnos como no españoles, pese al qué pone en tu DNI. Insisten mucho en que somos catalanes, casi más que nosotros mismos. En realidad, Feijóo no será presidente porque no puede serlo, porque no siempre el presidente es el que ha obtenido más votos. Los números no cuadran, pero eso a los del PP nunca les ha importado demasiado. En cualquier caso, la democracia es así, no la he inventado yo. Como muchos de los que se dedican a la política no tienen otro oficio, deberían estar obligados, como mínimo, a ver Borgen una vez en la vida y a entenderla. Sánchez también debe tomar nota, porque insiste en que un gobierno independentista no representa a toda la sociedad. Como si hubiera algún gobierno en el mundo que representara a cada individuo que forma parte de ese país. Esto no ocurre en ninguna parte. Pero como de lo que se trata es de jugar al juego de los disparates, ahora resulta que Sánchez representará (con ideas y hechos) a todos los españoles, también a los que llevan días haciendo performances fascistas en su sede de Ferraz. Prefiero Borgen, francamente.

Pero Catalunya no es la única protagonista, hasta aquí podríamos llegar en España, por eso también se toca el tema del genocidio palestino, la inflación o el feminismo. Temas random, como dirían los jóvenes. Ah, y los vascos, que también son separatistas, y ¡que te vote Txapote! Es imposible no ver estas sesiones como un teatro lleno de texto, demasiado, y de interpretaciones sobreactuadísimas, con Rufián siempre como primero de exceso. Cada uno, eso sí, desempeña el papel que le toca, dirigido por unas coordenadas previsibles. Es un espectáculo lleno de spoilers, incluso las espontáneas desempeñan el papel que se espera de ellas y confiesan que les gusta la fruta en pleno debate. En realidad es todo muy poético, si no fuera que es todo político.

España repetirá presidente, será una legislatura durísima, como dramatiza también el periodismo; seguirá siendo una monarquía y no se prohibirán los toros ni los toreros. Catalunya tiene que pensar en su plan Renove con urgencia, ahora que todo el mundo dice que se abre una nueva etapa en la que no se habla de migajas ni de pan entero sino de supermercado. No se me ocurre una palabra menos atractiva, pero es evidente que yo no tengo ni idea de lo que es el charme político. Solo he visto Borgen un par de veces. Pase lo que pase, es muy probable que los trenes sigan yendo con retraso. Y aún tendremos que decidir si la paciencia es resignación o realismo.

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