El problema de la falta de jueces catalanes

BarcelonaNo es ningún secreto que en Catalunya no existe la tradición de hacer oposiciones a cuerpos del Estado que hay en otros territorios, y esto provoca que haya una infrarrepresentación catalana en colectivos que acaban siendo tan determinantes como los jueces o los abogados del estado. Así, de los 188 jueces que forman parte de la última promoción salida de la Escuela Judicial de Barcelona, solo 11 son catalanes. Esto hace que Catalunya sea también el lugar donde cada año hay más plazas vacantes (80 de 195 en el último año), que normalmente son ocupadas por los últimos de la promoción, puesto que los mejores suelen elegir destinos cerca de casa. La excepción fue en 2018, cuando la primera de la promoción fue la catalana Marta Nadal, que eligió el juzgado de Mollet.

Al final muchos de los jueces que empiezan su carrera aquí acabarán pidiendo el traslado, y esto provoca que en Catalunya haya una situación especialmente precaria en la administración de justicia, con muchos juzgados vacantes y una rotación muy elevada. Como efecto colateral también se puede reseñar el ínfimo uso del catalán en la justicia, uno de los ámbitos que han resultado más impermeables a la normalización.

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Evidentemente hay muchos factores que contribuyen a este hecho. En primer lugar, la fuerte tradición empresarial y emprendedora hace que en Catalunya se prefiera el sector privado al público. Y en segundo lugar, y no por eso menos importante, el hecho que en Catalunya el Estado siempre se ha visto como un ente ajeno, cuando no directamente hostil. El resultado es una falta de estos perfiles que son clave para el funcionamiento de toda sociedad. Del mismo modo que en los 60 se popularizó la consigna Volem bisbes catalans, quizás ahora habría que entonar un Volem jutges catalans que acercara el ejercicio de la justicia a la sociedad catalana. Huelga decir que hay jueces otras partes del Estado que son absolutamente respetuosos con la lengua y la realidad catalana. Aquí no se trata tanto de orígenes como de sensibilidad, puesto que ejemplos de jueces catalanes calamitosos también encontraríamos.

En los últimos años se ha visto el problema que ha supuesto la judicialización del Procés y el abismo que se abría entre la visión de la judicatura y la de una mayoría social catalana. Como curiosidad podemos resaltar que ninguno de los 7 miembros de sala de lo penal del Tribunal Supremo que juzgaron a los líderes del Procés era catalán. Y que uno de los dos únicos magistrados del Tribunal Constitucional que se han atrevido a cuestionar las condenas es el barcelonés Juan Antonio Xiol. También se recuerda el voto particular especialmente crítico con la sentencia del Estatuto del TC que firmó el único miembro catalán de aquel tribunal, el jurista barcelonés Eugeni Gay. En aquel voto particular, Gay, que está lejos de ser un independentista irredento, simplemente consideraba "lógica" la definición de Catalunya como nación, lo cual le valió fuertes críticas del bloque conservador.

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En definitiva, si algo se ha comprobado en los últimos años es que sería bueno que hubiera más jueces catalanes, más magistrados que compensaran la visión nacionalista y centralista que impera en la magistratura española. Y la Generalitat tendría que pensar en estrategias para favorecer que entre los juristas catalanes hubiera más vocaciones de juez.