Puigdemont, por un sí o por un no

1. Pedro Sánchez está, desde el fin de semana, más cerca de volver a ser investido presidente del gobierno. Tras cerrar el acuerdo con Sumar y pasar el trance de defender la amnistía "en el interés de España" ante el comité federal de los socialistas, Francina Armengol ya puede mirar la agenda para montar el pleno de investidura en el Congreso: a estas alturas, el PSOE ya tiene cuesta abajo los votos favorables de Sumar, del PNV, de Bildu y, pese a las gesticulaciones calculadas, también saben que contarán con el apoyo de Esquerra Republicana. Así pues, como se veía venir desde la noche del 23 de julio, Junts tiene todos los triunfos en la mano. Han pasado tres meses y Puigdemont, con paciencia, jugando las cartas con astucia, ha llegado al final de la partida con la posibilidad de decidir si gana Sánchez o si pierde todo el mundo.

2. Míriam Nogueras, que al inicio de las negociaciones iba de micrófono en micrófono, hace días que ha enmudecido públicamente. De Laura Borràs hace semanas que no se sabe nada, y el secretario general, Jordi Turull, sigue con la mirada baja. Tanto silencio no es casual. La ausencia de ruido es el indicio más claro de que existe una negociación en marcha y de que todo recae en Carles Puigdemont. En ese momento decisivo, él ha cogido las riendas y tiene el futuro de España en sus manos, a través del voto de los siete disciplinados diputados de Junts. La hora de la verdad se acerca y, por lo tanto, la resolución es inminente. Decida lo que decida, será el momento de razonarlo detalladamente.

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3.Como en esa obra de Nathalie Sarraute que Flotats y Puigcorbé representaron en el Teatre Poliorama pronto hará cuarenta años, sobran motivos para un sí o para un no. Sea cual sea la decisión de Puigdemont, por más que explique sus motivos, siempre dejará un ejército de descontentos. Y un cabreado con Twitter en la mano es un peligro público. Según cómo, lo de las “30 monedas de plata” de Rufián será un juego de parque infantil. Al margen de las presiones externas, la cuestión es, ahora, que Puigdemont diga sí o diga no pensando en el bien de los ciudadanos de Catalunya.

4.Si dice que sí, tendrá que explicarse muy bien ante el Consell de la República, que él mismo preside, y que la semana pasada votó en contra de la investidura de Sánchez. Si permite que el PSOE continúe en la Moncloa, deberá argumentarlo con rotundidad ante una ANC que no está para músicas, mientras Dolors Feliu sigue blandiendo una lista cívica que apueste por una verdadera DUI. Además, en su conferencia de Bruselas Puigdemont habló de un "acuerdo histórico" y ahora, según a cambio de qué sea su sí, tendrá que hacer malabares para no tragarse las palabras.

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5.Si dice que no y aboca a España a una repetición electoral, muchos catalanes no entenderán que Puigdemont dé la posibilidad a un gobierno de una ultraderecha tan sumamente anticatalana. Tampoco se entenderá que, pudiendo conseguir una amnistía que libere a los más de 3.300 represaliados por el 1 de Octubre, se deje pasar esta oportunidad única. También para los exiliados. Volver a casa es, tal vez, ahora o nunca. Y este factor humano, aunque Puigdemont diga que es muy secundario, también tiene que tenerse en cuenta.

6.En octubre del 2017, como ha explicado muchas veces el entonces conseller Santi Vila, Puigdemont se fue a dormir pensando en convocar elecciones y al día siguiente por la mañana todo cambió. Los arrebatos son también un factor político. Sin embargo, en esta ocasión no se intuye mucho margen para la sorpresa. En resumidas cuentas, me huelo que Puigdemont permitirá la investidura de Sánchez. En cambio, no me atrevo a vaticinar quién conducirá, más temprano que tarde, el coche de su regreso a Catalunya.