Putin es el enemigo
Los ciudadanos europeos empiezan a estar cansados de la guerra en Ucrania y son cada vez menos los que creen que Rusia podrá ser expulsada del territorio invadido. Dos años después de la ocupación, dos años enterrando muertos y asistiendo a la destrucción del país, la situación de los ucranianos se acerca a la desesperación, con una guerra enquistada que parece que no terminará nunca. Una guerra para la que falta armamento y un compromiso europeo y estadounidense inequívoco que hoy no existe y que condena a los ucranianos a la agonía.
Complacencia postsoviética
Los líderes occidentales que dudaban de la credibilidad de las amenazas de Putin se equivocaron. Su ensayo publicado en el 2021 y titulado Sobre la histórica unidad de rusos y ucranianos argumentaba que Ucrania era la misma cuna de Rusia y que sus habitantes siempre habían sido rusos. Putin avisó y cumplió las amenazas, pero Occidente se equivocó al no creerlo, y después también se equivocó asumiendo que la guerra sería corta y decisiva. Vista hoy, la complacencia de los países occidentales con la Rusia postsoviética ha salido muy cara y todo indica que irá a peor. Rusia gasta el 7,5% del PIB en defensa, Putin controla al país con un puño de terror y el expansionismo imperial no se detendrá. El dictador mantiene su cohesión gracias a la guerra y al terror interno.
Seguridad europea
Las amenazas rusas y la guerra de Ucrania deberían haber sacado el velo de los ojos de los europeos sobre su seguridad. Europa no puede contar con EEUU gane quien gane las elecciones. Trump habla abiertamente de descolgarse de la defensa europea, pero también los Estados Unidos de Biden miran y mirarán cada vez más hacia el Pacífico y no hacia el Atlántico.
La amenaza de Trump si llega a la Casa Blanca deja a Europa en la situación más delicada de las últimas décadas. Rusia puede tener en una década un nivel de militarización cercana a la soviética y Europa y la OTAN están divididos pero condicionados por el artículo 5, que compromete a los países de la Alianza a defenderse mutuamente.
Contra la democracia
Muriese como muriese, Vladimir Putin es el responsable de la desaparición del líder opositor Aleksei Navalni. No sabemos cómo ni cuándo murió exactamente y no habrá una investigación ni una autopsia independientes. Según Novaya Gazeta Europe, una "misteriosa conmoción" tuvo lugar el jueves por la noche en el penal IK-3 y parece que las medidas de control a los internos respondían a la muerte de Navalni. No sabemos cómo murió, pero sí sabemos que la cárcel donde estaba encerrado es como un gulag soviético.
Al día siguiente de la muerte de Navalni el ejército ucraniano se retiró de la ciudad de Avdíivka, dando a los rusos la primera victoria significativa del último año. Mientras, el Congreso estadounidense sigue pendiente de aprobar la ayuda militar a los ucranianos.
Europa y EEUU preparan nuevas sanciones contra Rusia que se extiendan a las empresas chinas que participan en el esfuerzo bélico ruso. Pero las sanciones no son sustitutivas de la ayuda militar. Es así de triste. De hecho, es una realidad que las sanciones no están funcionando. El FMI tenía la previsión de que el PIB ruso se redujera una décima parte entre 2021 y 2023, pero no solo no ha caído una décima parte sino que ha crecido ligeramente. Rusia ha buscado socios alternativos y nuevas alianzas para el comercio de petróleo. Como explica The Economist, en 2022 el 60% del crudo de la Rusia occidental se transportaba en tanques europeos. En respuesta a las sanciones, hoy más petróleo ruso se comercia en Dubái y Hong Kong que en Ginebra. En este tiempo han aparecido muchos países dispuestos a ser testaferro y puente. Armenia, Kazajistán y Kirguizistán importan como nunca bienes europeos y se han convertido en proveedores de bienes esenciales para Rusia.
Los ucranianos tienen mal pronóstico, pero también tenemos a los europeos en general. La política exterior de EE.UU. ha cambiado, así como la voluntad de implicación con Europa. Si Trump gana las elecciones se abrirá una nueva era definitivamente y las cuestiones de seguridad piden estrategias caras y a largo plazo. El eje de Putin y China cambia por completo los equilibrios conocidos hasta ahora y Europa no puede ser un observador. Hoy es un actor cuyo socio en guerra necesita ayuda para detener la invasión. Claro que acabará en la mesa de negociación, pero Kiev tiene que llegar a ella en una situación de fuerza y no cerca de la agonía. Dependerá de los socios europeos y de los congresistas estadounidenses, cada día más ajenos al mundo y a la defensa de la democracia.