El reconocimiento de Palestina: ¿poco más que una medallita?
España, junto con Irlanda, han anunciado su intención de reconocer al estado de Palestina. Se argumenta que este reconocimiento enviaría un mensaje en apoyo a la soberanía y margen de maniobra palestinos. No obstante, abundan los que dudan del impacto real de la decisión, y sugieren que podría representar una distracción para demostrar a la ciudadanía que se está haciendo algo sin adoptar acciones sustanciales. Pocos días antes de la fecha rumoreada para el reconocimiento, se ha hecho público que un carguero con cargamento militar que se dirigía al puerto israelí de Ashdod tenía previsto parar en Cartagena.
Otra justificación es que la aparentemente milagrosa solución de los dos estados está en peligro. Sin embargo, esta solución es imposible y lleva muerta años. De hecho, un número creciente de análisis apuntan que los Acuerdos de Oslo nunca estuvieron diseñados para culminar en el establecimiento de un estado palestino. Cualquier mapa deja claro que es Israel quien controla efectiva e impunemente la totalidad del territorio, espolvoreado con decenas de bantustanes palestinos, del antiguo mandato británico de Palestina. Los dirigentes israelíes (no solo Netanyahu y los suyos) han dejado patente por activa y pasiva que no permitirán nunca la creación de Palestina.
La sociedad civil palestina ha arrojado luz una y otra vez sobre la insuficiencia del reconocimiento como solución en vista de que no garantiza los derechos aparejados a una genuina autodeterminación del pueblo palestino, que va más allá de la mera creación de un estado. De hecho, conformarse con ese estado significaría aceptar en parte el apartheid israelí que, entre otros, niega el derecho de retorno de los refugiados palestinos y acepta que los ciudadanos palestinos de Israel sean ciudadanos de segunda.
Otro argumento que hace dudar a no pocos del reconocimiento es que representa uno de los pilares de la estrategia de la Autoridad Palestina. Este gobierno, que lleva casi dos décadas sin ser elegido, ha visto cómo su legitimidad decrecía sustancialmente como consecuencia no solo de la represión a sus ciudadanos y la corrupción endémica, sino también de haberse convertido en un actor que garantiza la externalización y sostenibilidad de la ocupación.
¿Puede el reconocimiento, entonces, no ser solo protocolario? Existe la posibilidad de que sea así, siempre y cuando se tenga en cuenta que lo que gran parte de la sociedad civil reclama que los palestinos necesitan son acciones tangibles. No es casualidad que organizaciones como la Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina centren sus demandas no en el reconocimiento, sino en lo que antes parecían líneas rojas para nuestra política exterior, hoy más necesarias que nunca para que de una vez por todas Israel se vea impelida a cumplir el Derecho internacional: cortar relaciones, imponer sanciones, y poner fin a todo comercio –tanto compra como venta, además del tránsito– de armas y tecnologías conexas.