Roger Mas, la vibración de un país
Con un impecable vestido azul llamativo y calzado con unas alpargatas de siete vetas, sale al escenario Roger Mas, el cantante de la voz de terciopelo grave, el artista de los sueños con los pies en el suelo. Se le caen de los bolsillos, maduros de más de dos décadas de música, la fiesta, la trascendencia y un indisimulado orgullo por las raíces del abuelo concertista y el país de los desconciertos.
Roger Mas canta en Porrera, en el marco del Festival Terrer Priorat, en la modesta sala de actos del casal, arropado por contrabajo, batería y piano y diez músicos de la Cobla Sant Jordi - Ciutat de Barcelona. Y ya se sabe que allí donde se juntan flautín y tamboril, tibles, tenores, trompetas, trombones, fiscornos y tubas, se siente pasar el viento y baja todo, no tanto por la intensidad instrumental, que los maestros saben modular con experiencia en demanda de la prenda, como por la intensidad emocional. La tenora desencadena torrentes de endorfinas y no hacen falta discursos entre canción y canción ni letras cargadas de oro y llama para transmitir el mensaje.
Y así desfila un repertorio donde hay para elegir y remover, versiones inolvidables de Cuando todo el mundo vivirá de amor o El águila negra, interpretaciones traviesas de La bien paga o La Llorona, un sorprendente repaso a El conde Arnau y un apoteósico final con La Santa Espina, de Morera i Guimerà, todo interpretado con todos los matices de una copla que sabe hacer jazz y bandas sonoras, y la escrupulosa alegría y el distanciamiento irónico-solsonino de Mas, el músico que cuenta cuando canta como si bailara sardanas . En febrero estará en el Palau de la Música, y ahora que la autenticidad es tendencia (en este caso, la calidad se da por supuesto), si desea explicar este país a alguien que quiera entenderlo, invítelo a sentir Mas con la Cobla Sant Jordi.