Del ruido a la responsabilidad

Las campañas electorales tienen algo de ritual, pero los rituales tienen que adaptarse. No es lo mismo la comunicación que se limitaba a la prensa escrita, la radio y la televisión pública que la inmensa selva de los medios actuales. Los rituales para los devotos, como los mítines en calles y plazas, dan risa. El exhibicionismo de los actores no contribuye a honrar la política.

Los criterios que siguen las juntas electorales en nombre de una presunta igualdad de condiciones no son más que un brindis al sol. Un ejemplo evidente: los debates televisivos con presencia de todas las candidaturas con representación parlamentaria que se impone en las televisiones públicas. Podría ser un espectáculo atractivo una vez, pero cuando se encadenan, uno tras otro, durante quince días se acaban haciendo insoportables. Harían falta actores muy excepcionales para que realmente pudieran generar interés e incluso dar alguna sorpresa de cierto vuelo que marcara diferencias. Los titulares que generan dejan constancia del absurdo. Se imponen el ruido y la anécdota. Los candidatos se ven abocados a unos ejercicios de sobreactuación que dan vergüenza. Un debate a dos siempre es más rico y más intenso que el ruido del fuego cruzado en varias voces en las que se busca más la ocurrencia que las ideas.

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Todo ello hace que las campañas ni aporten información para elegir mejor ni den luz a las identidades de grupo; más bien banalizan, son una colección de tópicos y exabruptos que divide a los actores en dos grupos: los contenidos (que se ponen en evidencia cuando se quieren apuntar al jolgorio) y los atolondrados. Ya sé que la política busca la sublimación del conflicto por la palabra. Pero quince días saliendo del despacho a la calle para acercarse a la gente merecerían algo más de imaginación y de destreza. Dicho de otro modo: la campaña es un ritual que debería repensarse.

Y, en esta línea, una segunda reflexión. A partir de mañana, conocidos los resultados, la responsabilidad de los políticos es garantizar la gobernanza. Debemos exigirles que sean capaces de formar gobierno, aunque tengan que contradecir algunas promesas e hipérboles de campaña. Es su trabajo. Es cierto que lo más probable es que a Esquerra Republicana le toque el marrón de decidir. Es la única pieza del tablero con posibilidad de estar en las dos combinaciones racionalmente posibles. Pero todos deberían buscar cómo sumar. La alternativa es la repetición de elecciones. Es decir, seguir alargando la provisionalidad en un momento en el que es urgente pasar página, emprender una nueva etapa.