Ryanair gana "poco"

El anuncio de Ryanair de que reducirá drásticamente operaciones en varios aeropuertos españoles vuelve a poner el foco en cómo funciona realmente el modelo de las compañías de bajo coste. La noticia no sorprende: cada vez que suben las tasas aeroportuarias, la compañía amenaza con retirar rutas. Y esta vez, con un aumento en el horizonte, parece que va en serio.

Hay que aclarar algo esencial: low cost no significa low price. Lo que buscan estas compañías no es regalar billetes, sino mantener unos costes extremadamente bajos. Esta es su razón de ser. Gracias a esta disciplina férrea, Ryanair se ha convertido en la principal compañía aérea europea en pasajeros: en 2024 transportó a casi 200 millones de viajeros.

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Ahora bien, el margen que obtiene por cada uno es mínimo. Los beneficios netos rondan los 8 euros por billete, una cifra sorprendentemente baja si tenemos en cuenta la magnitud del negocio. ¡Ryanair gana poco! Ahora bien, multiplicados por 200 millones de pasajeros, dan unos 1.600 millones de euros, que vienen a ser los beneficios reportados por la compañía. ¡Ryanair gana mucho!

La clave, por tanto, es la economía de escala: con cientos de miles de vuelos al año, estos pocos euros multiplicados por millones de pasajeros generan un beneficio enorme. Pero está claro que si te despistas un poco con alguna política o norma, el negocio se va al garete.

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Esta fragilidad explica por qué un aumento aparentemente pequeño en las tasas aeroportuarias (1 o 2 euros por viajero) puede traducirse en una reducción de hasta el 20% del beneficio. De ahí las constantes tensiones con Aena y las administraciones locales: si suben los costes, Ryanair responde recortando operaciones en aeropuertos regionales.

Pero lo llamativo de este modelo es que cerca de un 40% de los ingresos no provienen del billete, sino de los extras: facturación de maletas, elección de asiento, prioridad de embarque, consumos a bordo.

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Sin ellos, los precios actuales serían inviables y la empresa insostenible. Dicho de otra forma: el billete barato es solo la puerta de entrada a una estructura de ingresos paralela que acaba sosteniendo todo el negocio.

Es como un parque de atracciones donde la entrada está tirada de precio, pero dentro pagas por las mejores atracciones, cada refresco cuesta como tres, la foto de recuerdo tiene precio de fotógrafo famoso y entrar en el lavabo cuesta 50 céntimos. Pues bien, el CEO de Ryanair, Michael O'Leary, llegó a proponer, con mayor o menor ironía, cobrar por utilizar el lavabo en pleno vuelo.

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En resumen, entiendo que se vayan de España. Pero sigo sin entender que un negocio así tenga sentido para la sociedad.